Tan en serio que se
inunden de flores las calles y se pierda en la espesura el miedo. A
vivir como quien viaja en un tren sin rumbo fijo, sin parada en
ninguna parte. ¿Y si probamos a guardar la brisa entre los párpados,
a rescatar la inocencia, a susurrar las palabras que nos estallan por
dentro? ¿Y si jugamos? Imagina que lo extraño se vuelve cotidiano y
que surgen amapolas de tus dedos: todo aquello que idealizas se
vuelve eterno. Qué fugaz es el deseo, ¿verdad? ¿Y si volvemos a
detener el tiempo? Quizá regresar sea una forma de escapar de
nuevo.
Tenemos el defecto de creernos
invencibles,
invulnerables, inmunes...
De presencia
impecable,
respuesta contundente,
ideas claras,
objetivos
definidos...
Siempre ilesos.
Cometemos el error de
adivinar el futuro,
crearlo, diseñarlo...
De coleccionar
momentos rutinarios
y aspiraciones cotidianas.
De seguir,
continuar,
hacer equilibrios...
Siempre a salvo.
Si
desaprender lo aprendido
fuera secuela y no pretexto...
la
fragilidad, la inocencia y la emotividad
vestirían de valentía
y coraje
mostrando horizontes insólitos.
Más allá de la
maleza, confía,
siempre hay un jardín.
Indudablemente,
el viento era la clave.
A favor: enredando el pelo
y
desenfadando promesas,
aislando el miedo
y despejando las
dudas.
En contra: robando lágrimas
y descosiendo
futuros,
despertando rencores
y abrazando tinieblas.
Hace tiempo que prefiero desconocer el
ahora:
no desayuno con los informativos de la radio,
no
almuerzo con las noticias de la televisión,
no repaso los
titulares de los periódicos.
No reniego de la actualidad,
pero
si desprecio el porqué y el cómo.
Me gustaría decir
que es un acto de rebeldía;
en realidad, es impotencia y
hastío.
No soy mujer de fronteras y límites
y
escuchar historias de territorios,
banderas, posesiones,
conquistas
y quimeras duele.
Más aún si he de
adivinar la verdad
entre tanta hojarasca:
puzzles de
intereses creados
con ínfimos resquicios de realidad.
Seamos
justos y libres
y liberemos a quién no pueda serlo,
tanto
en una desafortunada guerra
como en una humilde conversación.
No es una
respuesta más,
ni una opción entre tantas otras,
es
perder la esperanza.
Pero cuando poco a poco te deshojas,
te
ofreces como sacrificio,
corres el riesgo de darte cuenta
de
que solo tú eres ancla.
Y entonces te alejas,
porque no
merece la pena dar
todo lo que sientes
cuando quien recibe
no abre sus alas.
Error de cálculo, tal vez,
por pretender
formar parte de la lluvia
mientras aún guarda el reflejo
de
un antiguo barco que nunca zarpó.
Porque como dijo Faulkner:
"No puedes nadar por nuevos horizontes
hasta que
tengas el coraje
de perder de vista la orilla".
Me gusta la sencillez: ese tipo de personas cuya dicha radica simplemente en tomar un café con hielo y en apretar la taza fuertemente con sus manos como si fuese su regalo más preciado. Esas que son capaces de hablar de cualquier cosa por minúscula que sea y tratar el tema como si de una cuestión de vida o muerte se tratase. Y no miden sus palabras, no se acomodan al receptor para decir lo que quiere escuchar, no eligen las preguntas y respuestas más correctas ni más rutinarias. Las que solamente utilizan la cucharilla una única vez para crear una tempestad en el desayuno y después, sin pedir disculpas ni dejar de hacerlo por cortesía, se chupan los dedos echándole la culpa al cubierto. Las que se arreglan el pelo frunciendo el ceño tras lo que parecen liberadas de una guerra, las que se sientan a la mesa sin pensar en el ángulo del sol para después bailar sobre la silla esquivando tener que cerrar los ojos, las que siguen hablando incluso cuando hay mucho tráfico imaginando que sus palabras llegarán a tus oídos mediante algún tipo de oscuro conjuro. Me gustan los descuidos sobre la mesa, las figuras con el papel del servilletero, las jugadas de ajedrez de las migas de pan, los viejos trucos de la sal y los espejos... Y, así, podría describirle eternamente; solo hubiese querido que lo sencillo se hiciera eterno.
Este es el texto de la primera página de la novela "Un paraguas de terciopelo" de Maribel Marín:
La habitación de la derecha se reservaba siempre para las posibilidades mayores, la de la izquierda solo guardaba los restos de ángeles perdidos, y la de la ventana alzada con bisagras inconscientes casi no tenía nada, nada que no fuera imprescindible. Caían lágrimas del cielo cuando las niñas fueron a resguardarse del frío eterno de la resignación. La cuidadora era de esas personas que parecen saber todo lo que ocurre en cualquier momento, en cualquier sitio y a cualquier persona. Luz, Julia y la pequeña Celia intentaban descubrir sus poderes ocultos; siempre espiaban y perseguían ese presentimiento de descubrir algo que nunca llegaban a encontrar. La cuidadora, nadie sabía cómo se llamaba, les regañaba de esa forma tan sutil que terminaba con unas cosquillas que hacían que las niñas olvidaran todo, pero solo por unos instantes. Celia siempre era la primera que intentaba contener la risa y volver a la calma.
La casa era demasiado grande para las tres desconocidas, no sabían la razón por la que estaban allí, qué era del resto de los niños del mundo. Las tres siempre estaban juntas intentando escapar de aquella mansión oscura. Era una casa antigua, muy antigua. Los techos eran tan altos que la más pequeña de todas, Celia, siempre decía que cuando fuera mayor lo único que quería era tocar el techo, un cielo encerrado entre paredes de color blanco roto. El verano en el sur de la ciudad se hacía eterno en aquel sumiso resquicio...
Puedes encargar el libro en cualquier librería y contactarme para comentarme tu opinión sobre la novela
Pulsando este enlace puedes encontrar algunos lugares en los que adquirir el libro:
La editorial Malas Artes ya ha publicado mi novela "Un paraguas de terciopelo". Estos días ya lo están recibiendo las personas que lo compraron en la preventa y que apoyaron su publicación.
Es un libro que escribí en 2014/2015 cuando vivía en Granada y que se publica gracias a una valoración positiva en el concurso de novela de Malas Artes. A lo largo de este mes se distribuirá a diferentes puntos de venta. Actualmente se puede adquirir en lugares como:
Muchas gracias a las personas que compraron la novela en la campaña de preventa, porque, como reflejé en el libro especificando sus nombres, sin su apoyo no hubiese sido posible la publicación de "Un paraguas de terciopelo". Gracias.
Espero que os guste. Escribidme con vuestras opiniones.
Cuando
Valle Inclán hacía referencia al esperpento, la literatura acogía una especie
de tensión, de tirantez en los límites de la realidad hasta deformarla, para
servir de argumento a una crítica social. Bandersnatch recoge justo ese
planteamiento: una película que estira tanto los límites del entramado de las
nuevas tecnologías que desencadena las consecuencias más nocivas y dramáticas.
No solo la película Bandersnatch, sino todas las producciones Black
Mirror. Pero, empezaré por el principio…
Bandersnatch es una película dirigida por David Slade, con
guion de Charlie Brooker, que se estrenó en 2018 en Netflix. Esta producción se
centra en la historia de Stefan Butler, un joven que comienza a desarrollar un
videojuego para la compañía Tuckersoft gracias a las ideas que saca de un libro
que pertenecía a su madre antes de fallecer en un accidente de tren. La cinta
comienza con el protagonista despertando el 9 de julio de 1984 a las 8:30 horas
y tomando pastillas por el trauma que sufre debido al fallecimiento de su
madre, pastillas que después simbolizarán, al estilo de Matrix, la
vinculación con el mundo real. Posteriormente, desayuna con su padre y hablan
de Bandersnatch. El tema es bastante sencillo; el punto fuerte de la
película es la posibilidad que tiene el protagonista de volver hacia atrás en
la historia varias veces para elegir otras opciones, planteamiento que también
han tenido otras muchas películas como, por ejemplo, Las vidas posibles de
Mr. Nobody dirigida por Jaco Van Dormael y protagonizada por Jared Leto.
Esta película protagonizada por Fionn
Whitehead, en realidad, es un capítulo de BlackMirror, no
obstante, el concepto que representa, su complejidad y su tratamiento dieron
lugar a una cinta aparte que mezcla ficción y drama. Si bien, no es una
película al uso, o sí, depende de su visualización; es decir, es una cinta
interactiva que permite que el espectador participe en la misma mediante sus
decisiones, aunque también se puede visualizar al modo tradicional durante 90
minutos. No obstante, la idea original de esta película, así como de tantas
otras que actualmente están en auge, no es nueva, pues solo nos basta con
recordar la novela Rayuela de Cortázar como ejemplo de la participación
del receptor en la obra. Asimismo, en la película también se hace alusión a la
plataforma que emite la película ya que esta, Netflix, controla lo que sucede
en ella; la inclusión del emisor en la obra es otro hecho que también
contemplaban muchas obras literarias hace bastantes años, como los libros de
Unamuno o en el propio Don Quijote de la Mancha.
Bandersnatch,
en efecto, es una obra enfocada en el metaverso que gira alrededor del
videojuego; si bien, bastante menos desarrollado que en la actualidad, ya que
la tecnología que aparece es de hace casi cuarenta años. Y, paralelamente, se
focaliza en el multiverso de una forma mucho más notable, puesto que Butler
está cada vez más convencido de la existencia de varias realidades paralelas.
El conflicto de Bandersnatch es el dilema del protagonista, es decir,
conseguir desarrollar el videojuego lo mejor posible sobrellevando todas las
problemáticas que lo envuelven: la tensión con su padre, las sesiones con su
psicóloga, las nuevas perspectivas que le abre Colin Ritman (diseñador de
videojuegos que trabaja para la misma compañía)… El resto de los personajes
secundarios son los elementos que tensan el paradigma del film. Cada vez que se
alcanza tensión dramática debido a los resultados que obtienen las acciones del
protagonista, materializados en la valoración que emiten en un programa de
televisión sobre su videojuego, se genera un punto de giro que enmarca un flash
back con posibilidad de elegir de nuevo otro camino que seguir; curiosamente,
Butler recibe mejores críticas acerca del videojuego cuando sus actos conllevan
peores consecuencias en relación con las personas que lo rodean y cuando queda
más abducido en la posibilidad de realidades paralelas.
La ficción, que pretendía, al comienzo, formar
parte de la quinta temporada de BlackMirror, cuenta con una
banda sonora creada por Brian Reitzell que es bastante apropiada para cada una
de las escenas que tiene la película; la música, en general, es relevante en el
film, pues existe incluso una escena en la que Ritman le ofrece una lista de
grupos a Stefan Butler para que se inspire en la creación del videojuego, como,
por ejemplo, Bermuda Triangle de Tomita (importante, sobre todo, dentro
de la música electrónica). Respecto a la imagen, la composición, la paleta de
color, los encuadres y, fundamentalmente, el gran contraste en las tomas, crean
la atmósfera propia de los años 80. Los planos más frecuentes son los planos
detalle y los primeros planos, aunque también aparecen planos generales para
contextualizar la secuencia. El ritmo narrativo es ágil, pero no por las
secuencias en sí, sino por los puntos de giro que marcan los flash back en las
situaciones límite y utilizan, para ello, repetición de escenas.
En efecto, todos los componentes del film
están bien cohesionados, generando un entorno bastante verosímil teniendo en
cuenta el nivel psicológico que abarca: el decorado empasta coherentemente con
el estilo de la época, el carácter narrativo equilibra la realidad y la
ficción, los diálogos entre los personajes, aunque no son muy extensos, tienen
una fuerte significación, los silencios tienen un gran protagonismo y dejan
paso a la interpretación… Cada uno de los profesionales que han trabajado en
esta obra cuentan con un recorrido propio, lo que otorga un resultado nivelado.
La portada de la película también muestra esta cohesión, pues está conformada
por la imagen en blanco y negro del protagonista de perfil centrando la
atención en el aspecto mental gracias a la utilización de líneas azules que
simulan la silueta de su cara. En cuanto al espacio, la mayor parte de las
escenas ocurren en la casa del protagonista, siendo el cuarto de Butler el
epicentro de la trama; aunque son claves otras localizaciones como el jardín de
la casa o el balcón del piso de Ritman. En relación con el tiempo, remarcamos
que es el punto de inflexión de toda la película, porque los saltos hacia atrás
continuados conforman una serie de historias paralelas influidas unas por las
otras.
Bandersnatch
es, en resumen, una película con una construcción fascinante y muy innovadora
en el aspecto de la interactividad que puede conseguir el espectador con la
cinta. El personaje principal se mueve en todo momento motivado por crear un
videojuego con el mejor resultado posible, mostrándose apático durante la cinta
respecto a cualquier factor que no esté vinculado al videojuego. No obstante,
concluir el videojuego no es su objetivo en realidad, implícitamente busca
comprender el multiverso que le ofrece el libro Bandersnatch para
entender así el fallecimiento de su madre. La película puede resultar tediosa
ante el cúmulo de flash back, si bien, si nos atenemos al objetivo principal
del protagonista respecto a su madre, la obra simboliza con solidez, mediante
un final abierto en la película tradicional o cerrado conforme a la elección
del espectador en la interactiva, esa búsqueda que no tiene respuesta: la
muerte. Bandersnatch representa el esperpento de la modernidad, la
deformación despiadada de la realidad como llamada de atención ante una
obsesión que se hace incontrolable.
Análisis de la obra:
Innovación
redimensionada, cauce femenino y ejemplo de trampa
Bandersnatch tiene una gran calidad como producción
cultural, debido a que no hay componentes en la misma que merezcan una
valoración negativa. Ahora bien, los mismos elementos que sostienen la gran
valoración que ha recibido desde que se estrenó son inestables. En otras
palabras, a excepción de la participación que ofrece la película interactiva,
todos los factores que refuerzan el film y lo posicionan como innovador no son
realmente novedosos. En “Bandersnatch”: el esperpento de la modernidad exponía
que la inclusión del emisor y del receptor en la obra ya había sido una técnica
muy utilizada tanto en otras obras cinematográficas como en productos
literarios años atrás; al igual que esta matización, muchas de las estrategias usadas
en la cinta son también enfoques ya tratados anteriormente. Por ejemplo, Bandersnatch
es un animal monstruoso del libro A través del
espejo de Lewis Carroll, que aparecen en una realidad que existe tras
los espejos. En la película de BlackMirror se representa esta misma idea, más allá del nombre, en
ocasiones como el minuto 38:18 de la obra se puede ver a Butler pasando a través del espejo de su
cuarto y convirtiéndose, debido a ese cambio de “dimensión”, en el niño que fue
antes del fallecimiento de su madre.
Abordando el sentido crítico que Olmos
expresaba que se estaba perdiendo en la información cultural, la película, así como el resto de los
capítulos de BlackMirror, no conforman un
entramado innovador en sí mismo, si bien, hacen un excelente uso de numerosos
aspectos ya tratados y desarrollados previamente para llegar a constituir el
primer drama interactivo de la plataforma Netflix, saciando así la tendencia
actual consistente en crear enlaces y vínculos entre productos culturales y
receptores. No obstante, esta consideración parte de la premisa de que la
literatura es, en mi opinión, el arte más adelantado, debido a que no solo la
industria cinematográfica se nutre de las posibilidades que los libros ya
abarcaron hace muchos años, también acogen las innovaciones que aportaron en
sus páginas muchas otras disciplinas y artes. En este contexto, cabe
reflexionar acerca de la razón por la que la literatura es el arte más avanzado,
yo me inclino a pensar que es debido a que es la destreza que menos
herramientas y recursos necesita para ser desarrollada y, por ello, no ha
necesitado grandes cambios industriales y sociales para dar cabida al mayor
imaginario posible. De hecho, el protagonista de Bandersnatch intenta
durante todo el film recrear en un videojuego la idea de un libro con el mismo
nombre.
Otro aspecto destacable de la cinta,
atendiendo a la información de Carolina Justo y a su
exposición acerca de la necesidad de una mayor profundidad en el análisis, considero
imprescindible el acercamiento a los personajes desde una
mirada feminista. De este modo, es fácil reconocer que los personajes
centrales son hombres: el protagonista, su padre, el director de la compañía Tuckersoft,
el otro creador de videojuegos… hasta el presentador del programa de televisión
que evalúa las novedades en cuanto a videojuegos. En este sentido, los
personajes femeninos sirven de apoyo: la presentadora del programa de
televisión, la novia de Ritman y la psicóloga del protagonista. Ahora bien, en
realidad existen dos mujeres sin las cuales la película no tendría sentido y,
por tanto, indirectamente, son el núcleo de la trama: la madre del
protagonista, que es la que da origen a la trama y la que mantiene la tensión,
tanto por dejar el libro tras su muerte como por su fallecimiento accidental; y
la hija de Colin Ritman, quien aparece como una de las opciones de final
despertando, se elija o no ese final, la sensación de bucle y la aceptación de
que realmente no existe un final.
Destaco también, a propósito de las trampas de la cultura, que esta película puede representar varias de ellas.
Una es la trampa de la autonomía cultural, pues el film muestra el delirio en
el que desemboca la obsesión del protagonista con el videojuego por buscar
explicación al fallecimiento de su madre, una obsesión que perfectamente podría
servir de crítica ante la fijación que tienen muchas personas usuarias de los
videojuegos; sin embargo, la cinta no presta atención al resto de dimensiones
que rodean a esa obsesión: las consecuencias sociales de los actos del
protagonista no tienen ningún peso, no hay implicación política más allá de la
frase que dice el director de la compañía de videojuegos al final de la
película explicando que él es otra víctima… Si bien, la ausencia de referencia
a estos aspectos puede ser una crítica en sí misma al representar que en la
realidad tampoco se consideran estas influencias.
Otra trampa que se puede identificar en Bandersnatch
y en toda la serie BlackMirror es la trampa de
la identidad cultural, ya que, en general, los capítulos y la película afirman
la dependencia tecnológica de la sociedad sin el menor interrogante. Es decir,
este producto cultural es interesante desde el punto de vista de la advertencia
a los efectos nocivos de las tecnologías y de elementos relacionados con ella,
pero no analiza a la sociedad por segmentos en ningún momento: considera, como
algo irrevocable, el vínculo estrecho de todo ser humano y la tecnología y, en
este sentido, examina los efectos adversos de las nuevas tecnologías de un modo
genérico aplicable a cualquiera.
Esta obra, en general, es bastante
interesante y digna de estudiar desde perspectivas culturales, educacionales,
psicológicas, etc. Ahora bien, me parece muy útil respecto a las tres facetas
mencionadas: la creación de un producto muy innovador mediante herramientas
habituales desde hace años en ámbitos como la literatura; la ausencia de
protagonismo femenino siendo la mujer, al mismo tiempo, la que sostiene el hilo
argumental de la película; y la focalización extrema en una sociedad abocada a luchar
contra los efectos adversos de la tecnología. Esta premisa última, confirma la
vocación de esperpento (de la modernidad) de Bandersnatch
que ya reconocía.
"Un
paraguas de terciopelo" será publicada en dos meses
aproximadamente, actualmente preparamos su edición, gracias a que la
campaña
de preventa
finalizó de manera positiva. A continuación, se expone cierta
información sobre el libro:
Logline
La
pequeña de tres supuestas hermanas huye de donde estaban encerradas;
afuera, solo una nana incita al miedo. Llueve.
Sinopsis
Esta
novela se conforma como una obra
vital para la autora; una historia situada en un lugar oculto como
símbolo de lo introspectivo y aislado, y en el centro de la ciudad
conforme
a lo mundano y volátil. Una metáfora de la libertad
que se focaliza
en lo absurdo del conformismo y en la relevancia de la
autodeterminación; la búsqueda obstinada de aquello que anhelamos.
La
pequeña Celia es la protagonista de esta novela que trata de exponer
la trascendencia de ciertos parámetros frecuentes.
Celia representa simultáneamente la carencia
de una vida mejor, la valentía de enfrentarse a los
miedos, la incertidumbre de naufragar en las
aspiraciones y la regresión en ese deseo
que se hace insoportable. Sus hermanas simbolizanuna
resignación que se extiende al resto
de personajes
que pueblan
el
libro.
Orientación al lector/a
Un
paraguas de terciopelo no
es una novela al uso, es una metáfora. El valor intrínseco que
recoge se materializa en la lluvia, fenómeno que simboliza
nuestro alrededor: decisiones, caminos, recuerdos…
Existen
distintos
tipos
de personas frente
a la
lluvia: las
que se arriesgan a mojarse, las que no tienen más remedio que
empaparse, las que se asustan de las tormentas, las que se inspiran olas
que se cobijan bajo algún toldo. Y
diferentes clases
de paraguas: de formas diversas, de colores extravagantes, nuevos,
viejos, prestados o
fruto de un regalo espontáneo.
Fragmento de la novela
Todo
comenzó cuando la niña se percató de que aquel hombre que cuidaba
de ella la observaba demasiado. Con los años fue comprándole
vestidos que cada vez eran más cortos y le hacía ponérselos para,
según él, disfrutar con su belleza. Más tarde, la obligaba a
cambiarse los vestidos delante de él, incluso ponía música para
ambientarse. Le acariciaba y olía el pelo. Le rozaba la huella de
los tirantes en su piel. Le susurraba comentarios obscenos que cada
vez provocaban más lágrimas en una niña que vivía en ausencia de
su madre.
Cada
vez que la Sra. Ana recordaba esos momentos algo en su interior la
hacía llamar a algún hombre, a algún monstruo para ella. Los
escogía siempre iguales, aproximadamente de la misma edad, estatura,
rostro, gestos, profesión... Seleccionaba
copias de su padrastro para dibujar sus cuerpos desnudos en un lienzo
y así sentir que ella había salido ilesa de aquella pesadilla, que
había ganado y ahora mostraba a todo el mundo lo que le había
ocurrido. No obstante,
con el tiempo se dio
cuenta de que ni los críticos de arte sabían deducir el mensaje que
ella ofrecía en sus
cuadros; la gente casi siempre relacionaba
los desnudos de sus
cuadros con una mujer que solo pensaba en el erotismo, comparándola
con el perfil literario de Anaïs Nin, y que llevaba una vida
demasiado liberal. Por ese motivo enfurecía. En
el momento en el que el Sr. Martín llegó a su vida aquellos
cuadros cambiaron hacía una fórmula de apaciguamiento. Sin
embargo, este ya no estaba y sus pesadillas volvieron a
brotar.
Biografía
de la autora
Maribel
Marín Jiménez nació en Huelma (Jaén) en 1992.
Ha
publicado el libro de poesía Las estaciones desnudas y ha
ganado concursos como el Premio El Buscón del XXXVII Certamen
Poético Internacional de La Orden Literaria Francisco de Quevedo,
entre otros, siendo publicados los escritos en antologías.
Ha
trabajado en lugares como el Ayuntamiento
de Málaga de periodista, en Radio Metropolitana Costa del
Sol de locutora y maquetadora, en Granada Hoy de redactora
o en Málaga Deporte y Eventos de
gestora web.
Ha
estudiado el Grado de Periodismo en la Universidad de Málaga, el
Máster de Fotografía y Retoque Digital en Filmosofía, el
Máster de Profesorado en la Universidad de Granada, el
Máster de
Producción y Comunicación Cultural en la Universidad de Castilla La
Mancha y el
Máster de Dirección y Planificación de Turismo en la Universidad
de Vigo.
Contribución
La recaudación correspondiente a los derechos de autor será destinada a la Plataforma contra las violencias machistas Violencia Cero.
El muro que siempre
se levanta y asciende hacia las nubes, que crece una y otra vez, es
abrumador. Las aves no se posan sobre su figura, el viento cambia de
rumbo, los ríos quedan divididos y frágiles, sendas laderas se
cubren cabizbajas; las gaviotas susurran, la brisa descansa en el
mar, los charcos se deshacen, los álamos se despliegan. Y es que la
altura de la tempestad, su pesadez y consistencia, es incalculable.
Al echar la vista
atrás, bailan las olas; cometimos el error de cruzar.
Déjame decirte que he creído ver una larga estela de remordimientos. Desde ese sórdido aspecto vintage quizá no lo intuyas. Pero créeme, la sensatez de rodillas marcaba el ritmo. Ha sido un momento. Sí. Sé que no podemos caer en el privilegio de la ilusión; sé que la suerte es un invento barato que amenaza con autodestruirse. Lo sé. Sin embargo, me reafirmo en mi lucidez. Se está quedando sin tiempo y probablemente ha escuchado mis ruegos. Ojalá un mar de pruebas para hacerte callar. Pero tiempo al tiempo: nunca se deja rastro si la recompensa es justa.