De repente, el ambiente se tornó cálido,
nada se oía, nada importaba,
las pulsaciones acrecentaron,
el latido del corazón se aceleró,
pum pum, pum pum,
se escuchaban las palpitaciones
como raudos caballos veloces,
el eco se esparcía por el interior
de un cuerpo ya ajeno,
hasta las puntas de los dedos
alcanzaban las sacudidas,
la respiración quedó ahogada,
y las mejillas como ardientes
lugares de batalla,
asustaba el calor que desprendían
al son de la reverberación de latidos,
cuáles pellizcos incendiarios.
Súbitamente, algo inefable.
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