Las gaviotas anidan en mi pecho;
profunda grieta triste y oscura.
Cientos de ellas caminan sobre las heridas;
sienten miedo, asustan a las dudas.
Las más sórdidas y crueles
abren las alas al pie de la desembocadura.
¡Que el rojo cese su llanto!
¡Que el río no muera de amargura!
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