Tenemos el defecto de creernos
invencibles,
invulnerables, inmunes...
De presencia
impecable,
respuesta contundente,
ideas claras,
objetivos
definidos...
Siempre ilesos.
Cometemos el error de
adivinar el futuro,
crearlo, diseñarlo...
De coleccionar
momentos rutinarios
y aspiraciones cotidianas.
De seguir,
continuar,
hacer equilibrios...
Siempre a salvo.
Si
desaprender lo aprendido
fuera secuela y no pretexto...
la
fragilidad, la inocencia y la emotividad
vestirían de valentía
y coraje
mostrando horizontes insólitos.
Más allá de la
maleza, confía,
siempre hay un jardín.
Indudablemente,
el viento era la clave.
A favor: enredando el pelo
y
desenfadando promesas,
aislando el miedo
y despejando las
dudas.
En contra: robando lágrimas
y descosiendo
futuros,
despertando rencores
y abrazando tinieblas.
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