Puedo ocupar todas las noches y un amanecer;
puedo surgir de la nada o de raíces olvidadas;
puedo permanecer en la indigencia oculta;
puedo crecer tras los ladrillos, cual exánime flor.
Hablemos de lugares.
Arranquémonos esa tendencia vital.
Atestigüemos nuestras latitudes.
Puedo, o debo, habitar rincones sombríos;
debo sostener azulejos que se desprenden por rabia;
debo morar bajo tejas endebles y dispares;
debo camuflarme entre los vidrios y la madera mojada.
Te mostraré dónde anidan mis huellas,
qué sitio pueblan mis fantasmas,
en qué lugar residen mis verbos.
Mas también puedo, o quiero, alojarme en el rastro del viento;
quiero permanecer rodeada de paredes níveas y lienzos austeros;
quiero descender por largos visillos hasta la abertura;
quiero hallarme en la orilla, donde rompen las olas.
Hablo de lugares,
buscando el horizonte de mi sino,
anhelando una señal en el dilatado recorrido.
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