"Créeme, el sol es el grito del horizonte".
Dije con la convicción de que la fe,
no la que se idealiza y se enaltece,
sino la que cada persona tiene hacia sí,
es tan poderosa como enigmática.
Entre estas cuatro paredes líquidas,
ante estos paisajes bordados a mano,
frente a estos pilares que hacen temblar,
el único dogma es el ser mismo
y el límite solo es la verdad.
"Créeme, solo el sol es mi horizonte".
Y la réplica fue un silencio obvio...
Como quién, al regresar de la oficina,
deshace nudos de corbatas,
desnuda botones de chaquetas
y acoge el hogar como aire entre sus manos.
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