(Carta a un lector imaginario)
Tú, que me guardas los minutos precisos al caer la noche cuando los niños duermen.
Tú, que me llevas contigo salpicando paredes.
Tú, que me sitúas paralela a tu figura
para que no acabe;
o me reclinas sobre tu cuerpo
para acelerarme.
Tú, que me acaricias muy despacio
por costumbre al despertarte.
Tú, que me dedicas bostezos y tempestades.
Tú, que me recorres imaginando mil lunas
cayendo en palabras;
o me devoras pensando que
quizá llegué tarde.
Tú, que me esperas sin pedir explicaciones
y dosificas mis pasiones por miradas.
Tú, que ocultas mi olor bajo llave.
Tú, que disimulas mis lágrimas
en tu pecho desnudo;
o estimulas mis promesas
derramándome el alma.
Tú, que me desayunas con café
y juegas con mis espacios en blanco.
Tú, que bordeas mis márgenes sin dudarlo.
Tú, que me sostienes con fuerza
próxima a tu rostro
y doblas muchas de mis esquinas
para nunca olvidarlo.
Tú, que me acurrucas sin saber por qué
y me arropas para encontrarlo.
Tú, que elegiste tenerme a tu lado.
Tú, eres quién me ayuda a escribirme
sin más pretensión que llegar al alba
y disparas a mis versos
con balas descalzas.
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