lunes, 11 de enero de 2016

Ojalá una pequeña caja plateada

Ojalá un detector
de poemas imprevistos;
un ente que los capture,
y los secuestre,
cuando estos se acercan a ti
y se apoderan de tu mente.


Quizá sería como
una pequeña caja plateada
que los atrapa
antes de que
se alcen en vuelo.


Un lugar en el que almacenar,
con solo un guiño inocente
o un chasquido silencioso,
los versos que, de repente,
te envuelven.


Aquellos que,
sin saber cómo,
aparecen en tu cerebro
perfectamente hilados,
medidos y escenificados.


Incluso sus comas
revolotean por tu cabeza.
Las palabras precisas,
las ideas concretas,
las estrofas vestidas.


Esos que, cuando casi los alcanzas,
papel y bolígrafo en mano,
se deshacen a tu alrededor,
quedando las letras en disolución
y en tu rostro una sonrisa cómplice.

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