miércoles, 7 de marzo de 2012

Libertad condicional




Cerrar los ojos. 


Descender párpados por inercia, la fuerza de la gravedad de imaginar. Y reflexionar en ese instante sobre las cosas pequeñas. Tan pequeñas como un niño al nacer, que llora por primera vez al descubrir el mundo, lo mundano. 


Un niño, generalicémoslo en sociedad, que crece (o decrece) a base de valores creados. Una infancia construida a fuerza de politizar realidades, infantilismos de izquierdas sin trabajo futuro. 

Y seguir decreciendo… Ética, moral, conciencia de clase. Aceptar y callar hasta silenciar suicidios por quedar bien. 

Y seguir. Enamorarse y odiar al amor, crear muros y destrozar los tuyos. Enfadarse, gritar, llorar y llorar de risa. Borrar pasos de cebra a atropellos de conciencias minimalistas. 
Ahogarse en un vaso de agua y pretender flotar en el océano. 

Correr en el momento en el que la globalización te persigue. No sentir los pies, los zapatos, por el dolor. Huir.

Abrir los ojos.


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