domingo, 30 de junio de 2013

Almas suspendidas


Cuando el descenso de las hojas se hacía eterno,
él seguía sentado en su sillón,
en realidad,
siempre estará sentado allí,
con un cigarro en la mano
casi sin humo,
amarillos los dientes,
oscura la ceniza,
la ceniza en sus pulmones.


También con un vaso vacío,
vino blanco resbalando entre sus dedos,
cayendo por el cuello de una camisa desigual,
descendiendo por sus comisuras arañadas,
bajando por sus lágrimas escondidas,
diluyéndose en sus palabras.


Gesticular era para él algo prohibido,
sonreía sólo a veces,
cuando el alcohol permitía ocultar el dolor
entre los huecos de sus arrugas perfiladas.
Su voz era un grito susurrado,
siempre verdades universales,
sentencias interiorizadas,
vocablos de experiencias vacías
de futuros sin pasado
llenas de un conformismo ahogado.


Rudo y sigiloso,
el centro de atención sin la atención suficiente.
una persona rota curando heridas,
un alma huyendo pero paralizada,
un figura artificial en una coraza quebradiza,
un vaivén en un sillón cansado,
pero un sillón que siempre será suyo.

1 comentario:

  1. ¿Sabes? Tienes una cualidad para describir, por lo menos en este escrito, imágenes no tan frecuentes en un poema. Eso es lo maravilloso de la escritura; ¿verdad?

    Abrazos!

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