viernes, 16 de marzo de 2012

Facultad de facultades


Mediados de marzo, mitad de un mes que derrama días sonrojando mejillas y dichos primaverales. Los estudiantes se trasladan de las aulas al césped o a las imitaciones que hacen de él rodeando centros de domesticación automática. No se sabe si los apuntes hibernaron para siempre.

El calor imita bikinis cursis parodiando situaciones absurdas por simple aburrimiento. Todo parece paralizarse o, al menos, haber pactado con el diablo para parecer que no envejece.
Las limpiadoras charlan alegremente sobre que sus hijas no hacen nada en casa y los fantasmas de las facultades desiertas de madurez ensayan para septiembre. Nadie dijo que reeducar era fácil…

Hormonas de veinteañeros con auriculares y portátiles en mano, tecnologías al paso de jovencitas minifaldas a la espera de moragas y cervezas. Y redes sociales personificadas que salen disparadas de urbanos con ambiente de desayuno barato y GPS de barrio.

No se puede describir en términos políticamente correctos lo que la adolescencia adormece tras paredes de excelencias. La timidez que los fines de semana dejan de resaca a los rezagados lunes sin previo aviso. Toda teoría doméstica tiene cabida en un pasillo de facultad, desde habladurías de críos con treinta o cuarenta años hasta proyectos de becas que quedarán vacíos tras “el cambio”.

Así pasan años de estudios y remodelaciones de planes mitificados a créditos destrozados. Así, sin más. Discutiendo tras la última clase del día si es mejor Nobel, Camel, Fortuna por aquello de hacerle caso a la suerte… Y mecheros de silencios por apariencias.

Pero, claro, todos estamos pendientes de lo que le pase a un tal Clooney.

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