Guitarra,
bajo, batería e incluso teclado. Notas suspendidas en un ligero pentagrama que
desprende tempestades de euforia. El
tempo es irregular; la entonación, sucia. Pausas ficticias a imitación del jazz
más alejado. El contorno de las divinidades se volatiliza.
A
la muerte de Brian Jones, la música de los Rolling Stones unió `sexo, drogas y rock
n' roll´ como si fuera un todo. Elvis Presley, The Beatles y Roy Orbiso
hicieron el resto. Desde su comienzo, allá por la literatura inglesa del siglo
XVII con tintes de vocablo náutico, el rock and roll ha magnificado su aspecto
con efectos visuales y aderezos para sus comensales. Ha pasado por
tonificaciones decorosas como el “Good rocking tonight” de Ray Brow en 1947 que
rodearon los escenarios de connotaciones sexuales. Las aturdidas manos de El
poeta maldito, Jim Morrison, terminaron su escultura con erotismo y narcóticos.
“Ahora
ya no tiene testosterona”, “el rock ya no es lo que era”, comentaba Alice
Cooper hace unos días. Desechando el recuerdo de Cooper como el único aliciente
de la película Dark Shadows, negarse a
la bajada de aquella libido sonora es de críos.
Se reduce el impulso del sintetizador, en España sin muchos lamentos. “El rock que hay en España viene todo más
de Leño, Extremoduro, Marea... pero también es una burbuja. La gran mayoría va
a ver a Pablo Alborán”, decía el grupo M-Clan. “Pero desaparece eso y ya no hay
más rock”, “no hay tradición rockera en España”.
El
rock, en todas las variedades de su definición, se deshace. Imagine: Kurt
Cobain sin el momento en el que parodió las especulaciones sobre su propia
locura en aquella silla de ruedas, el sudor despidiendo notas musicales no
calaría por su torso, no habría delirio post mortem para los silencios…Tampoco
se simularían cataclismos ni se gritaría “GRRR!”. Sí, justo esa expresión.
Porque lo absurdo sería pensar que lo que siempre ha estado ahí ahora se va a
evaporar. Cincuentones (en experiencia conjunta), ávidos y acuchillados a
elogios, los Rolling Stones lo desmienten. Famélica imaginación en crisis, o
no.
Columna publicada en la edición impresa de La Opinión de Málaga el 15 de noviembre de 2012
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