La estación está vacía.
las vías,
llenas de lamentos y golondrinas.
Jadean, ellas,
en ti,
en mí.
imperceptibles nosotros,
doloridas las huellas.
Cuatro minutos
y el resguardo de consuelo.
Cabizbajos los chaqués.
Las maletas, los te quieros…
se derraman en el suelo.
Pasan lentas las páginas de su libro,
lentos los bostezos y las risas,
los segundos de la clepsidra.
-Ya es tarde, me dices –
Luego de marchitar deseos y perdices.
De saludar con agua bendita,
incienso en las manos,
velas por doquier y cenizas.
Ya se alborotan las corbatas,
se inquietan los pretextos y motivos
se otean las excusas desde lejos.
Ya no están las golondrinas.
Se agotó el agua de la clepsidra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario