Decía el novelista francés Jean Cocteau que el poeta es un mentiroso que siempre dice la
verdad. La verdad, un término complicado de explicar por lo sencillo del concepto.
Tan frágil e indefenso como estoico y despiadado. Pero, ¿dónde está la verdad?
¿Qué es?
Pareciera que estoy dando voz al escritor Jorge Bucay con su interpretación de la
felicidad. Aquello tan hermético que suscita la difícil tarea de vivir simplemente
para conformarnos con esa búsqueda. Pero no. Las similitudes, mal llamadas
casualidades, sólo se basan en no querer ver las diferencias.
La verdad se encuentra en los estantes de las
bibliotecas (excepto cuando las ganancias mercantiles conllevan a publicar
demasiado). Puede que no exista otra forma de verdad más directa que en las
bibliotecas. Mejor dicho, puede que no exista
otra forma de verdad. Y quizá la poesía sea una de las maneras de decir
la verdad que aún sostiene con fuerza su silueta.
La falsedad es innata pero la poesía nos expropia de
supersticiones y fetichismos. Ahora que se llaman políticos a los discípulos
de Ángela
Merkel en complicidad a su sex
appeal, se llama educación al adiestramiento subvencionado, reformar a
deformar, religión al fracaso. Rumores. Mentiras.
Chantal
Maillard, la escritora
malagueña nacida en Bélgica, es un ejemplo de verdad en las estanterías. Con
ese estilo que perpetua la dilatación del alma. Haciendo filosofía de la poesía
o, dicho de otra forma, rompiendo a versos lo metafísico. Abastecerse de
palabras como refugio de la perversidad. Y saber de ellas, conocerlas en su
retazo como la verdad que divisan.
Versaba Maillard:
"...Te
supe frágil y desnudo,
Tan frágil eras, tan desnudo
Que se quebró tu sombra al respirar..."
Escribir es una necesidad, la necesidad de decir la
verdad. Porque el resto es una construcción de banalidades aderezadas con la fe
del iluso. Las creencias y el conformismo hacia ellas. Todo un sistema para
destrozar estanterías con libros. Tal vez esta sea la única forma de verdad
porque solo escribiendo estamos realmente solos. Cualquier lamento indeciso es
demagogia.
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