viernes, 30 de marzo de 2018

Conciliar para vivir


La sociedad está cambiando. El papel de la mujer ha evolucionado a lo largo del siglo XX hasta llegar a ser, en la actualidad, un pilar fundamental. Su incorporación al mercado laboral, su lucha por los derechos fundamentales, su defensa para la transformación de los roles... Avances en la política, la economía y la cultura que plantean un enfrentamiento entre la tradición y la contemporaneidad en cuanto a que el ámbito laboral y familiar es aún difícil de compatibilizar. El feminismo se mueve con el objetivo de que estos progresos conduzcan hacia una sociedad más concienciada ante las carencias que generan la desigualdad de género y se evidencien las soluciones.

“Hacer compatibles dos o más cosas”, es la segunda definición que la RAE da al verbo “conciliar”. Pero, ¿de qué hablamos cuando usamos el término “conciliación” en relación a la igualdad? La lucha por la conciliación incluye a hombres y mujeres, pues es una necesidad de ambos. Sobre la conciliación, que es uno de los 9 ejes del II Plan Transversal de Género municipal (PTG) giró la campaña de Igualdad del Ayuntamiento de Málaga para el 8M, Día de la Mujer. El Plan, que vertebra política y actuaciones para “crear las condiciones necesarias para facilitar a la población de Málaga la conciliación de la vida profesional, personal y familiar, así como favorecer el desarrollo de la igualdad real entre la ciudadanía”, tiene dos objetivos: adecuar y promover medidas de conciliación para mujeres y hombres y propiciar un cambio de actitudes respecto a la organización del trabajo y la vida social. Partiendo de estos principios se llevan a cabo desde el Área una serie de acciones que van desde los bancos del tiempo, talleres de corresponsabilidad  y distribución de los cuidados en los distritos, hasta cinefórums y ciclos de conferencias. El último informe bianual del II PTG refleja datos positivos, ya que se pusieron en marcha 76 medidas cifra muy por encima de las 19 que había planificadas en un primer momento.

“Todas las personas necesitamos compaginar el trabajo remunerado con el trabajo doméstico no remunerado. Por eso no solo hablamos de conciliar el ámbito laboral o familiar, sino que además incluimos el tiempo personal, porque éste es esencial como vía para el autocuidado, el equilibro personal, la salud y el mantenimiento de los proyectos vitales”, afirma Montse Clos, agente de Igualdad en el Distrito Palma-Palmilla. Angélica Cuenca, jefa de Negociado de Violencia de Género del Área de Derechos Sociales, en esta misma línea dice que la conciliación es “una manera de gestionar tu tiempo libre, tu tiempo laboral y tu vida personal de una manera racional, más razonable y que te genere un equilibrio tanto laboral, familiar, emocional y mental”. Así opina también Nuria Manzanares, agente de Igualdad del Distrito Centro: “la conciliación consiste en poder llevar con facilidad y plenitud la vida laboral y familiar”.

“El conflicto entre vida familiar y vida laboral posee una enorme trascendencia. La tensión no resuelta entre el trabajo reproductivo (el propio del ámbito familiar y doméstico) y el trabajo productivo (el propio del ámbito laboral y mercantil, exterior a
la familia) encierra una amenaza para la reproducción misma de la sociedad: es decir, el conflicto entre vida familiar y vida laboral pone en cuestión el contrato entre sexos y el contrato entre generaciones sobre los que descansa, básicamente, la reproducción social”, expone el estudio Conciliación de la vida familiar y la vida laboral: Situación actual, necesidades y demandas del Instituto de la Mujer.

En España, según el informe publicado en diciembre de 2015 por el Instituto de Política Familiar: “la conciliación laboral y familiar en es cada vez más defectuosa debido a la incorporación de ambos cónyuges al mercado de trabajo y al alargamiento de los horarios laborales”. La agente de Igualdad Nuria Manzanares defiende que “sobre el papel hay cosas que benefician a la conciliación, aunque el problema es que empresas y organismos públicos en sus convenios no las aplican”. Opinión con la que coincide la Angélica Cuenca: “las leyes están vacías si no se dotan de personal y de recursos, si no se llevan a cabo no tienen ningún tipo de repercusión”. La Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres y la Ley 12/2007 de 26 de noviembre, para la Promoción de la Igualdad de Género en Andalucía, “asumen  medidas destinadas a favorecer el acceso y la permanencia de las mujeres al empleo; encontramos un capítulo que se refiere a la necesaria conciliación de la vida laboral, familiar y personal; es necesario que estas leyes se cumplan”, afirma Montse Clos.

Los españoles están entre los europeos que más horas trabajan al año, según la OCDE. Además, los trabajadores españoles tan solo pueden dedicar 3,3 horas de media al hogar y a la familia, siendo las mujeres (con 4,29 horas) las que dedican más tiempo, según cifras extraídas por el IPF. Nuria Manzanares aboga por tomar ejemplo de los países del Norte de Europa, como Islandia, para comenzar a progresar en el ámbito de la conciliación. Sugerencia a la que se suma Montse Clos: “Desde el año 2003, los islandeses tienen un sistema único de bajas parentales que concede a las parejas nueve meses de permiso para atender a sus hijos recién nacidos. La madre dispone de tres meses, al igual que el padre (un derecho no transferible a la madre), y cuentan con tres meses adicionales que ambos progenitores pueden repartirse según les convenga. Además, los niños y niñas islandeses acuden a guarderías públicas financiadas por el estado. Actualmente es uno de los países con  una de las tasas de fertilidad más altas de Europa, dos hijos por mujer, y tiene el más alto nivel de empleo femenino del mundo, superior al 80%”.

Mientras, en nuestro país, “aunque ya había muchas carencias en relación a la conciliación, la reforma laboral nos ha hecho volver hacia atrás aún más”, dice Manzanares. Cuenca lo achaca a que “el sistema del libre mercado y el neoliberalismo valora la producción por encima de todo y deja a un lado la vida personal, familiar, laboral y el bienestar de la ciudadanía en general”. El presentismo en el trabajo tampoco favorece la conciliación, aunque Manzanares piensa que “es necesario porque la presencia física te hace visible, te aumenta la visión en la resolución de conflictos, el contacto con otras personas… todo ello enriquece”. Opinión que Cuenca no comparte: “En este sistema en el que estamos, de producción, de libre mercado, de neoliberalismo extremo y pornográfico, no se valora la productividad de las personas, no se hace un diseño del puesto de trabajo; no vale de nada estar delante de un ordenador si no estás produciendo. Si trabajásemos por objetivos, se podría trabajar tanto desde casa como desde París, el tiempo que se dedicara se estaría produciendo, se podría conciliar y seríamos más felices”.

Otra problemática que ataca a la conciliación es el mobbing maternal, una “lacra” laboral que impide que muchas trabajadoras puedan ser madres al poner su puesto de trabajo en peligro por ello, denuncia el Instituto de la Mujer. Cuenca expone que “las empresas no tiene por qué tener la culpa de esto, ya que están educadas en la misma mierda que están educadas las demás: consumir, producir, dinero... El Gobierno, a través de sus leyes y sanciones es quien tiene que procurar dar una compensación económica a la empresa para que una mujer cuando decida quedarse embarazada o coger su permiso no tenga ningún tipo de consecuencia negativa”. A lo que añade que “es el Gobierno quien tiene que velar por todo eso; la igualdad, la prevención de los diferentes tipos de violencia hacia las mujeres, la conciliación y la corresponsabilidad no se pueden dejar a la buena voluntad, son cuestiones de estado, del sistema organizativo y de política. Hay que tener en cuenta que estamos en un paraguas político que no favorece el sistema social: van a otra cosa y si queda dinero paran”. Clos añade que “las mujeres se ven expuestas a conductas de hostigamiento, sufren situaciones tales como no ser contratadas, ser degradadas de sus funciones, disminución de su salario, presión para renunciar voluntariamente, la no renovación del contrato, el despido…”

Una mala conciliación también propicia el retraso en la maternidad y la reducción de la natalidad. Clos defiende la puesta en marcha de leyes públicas “para romper la dinámica de que las mujeres tengamos que decidir entre una vida familiar o una laboral. Por un lado,  necesitamos que existan servicios públicos de cuidados que nos permita resolver nuestras necesidades de cuidados. Por otro, entender que cuidar es una responsabilidad colectiva y no un asunto de mujeres. Es necesario generar una estructura social y económica que sitúe los cuidados en el centro de la vida. Cuando las mujeres sintamos que no necesitamos “elegir”,  la natalidad se normalizará de forma natural”.  Angélica Cuenca añade: “Las mujeres son casi siempre las que se piden la reducción de jornada para cuidar a los descendientes, lo que conlleva una reducción de salario. Si estaban en pareja y se separan, han estado cobrando menos, su cotización también es menor y, en consecuencia, el paro que cobrarán también lo será: todo suma”.

Soluciones posibles para comenzar a cambiar la situación de la conciliación serían: “romper con roles y estereotipos sexistas que involucran con exclusividad a las mujeres dentro de los hogares en el trabajo de cuidados, es vital que los cuidados estén basados en una responsabilidad colectiva. La sociedad también debe responsabilizarse de su parte y generar recursos y políticas que cuiden de la ciudadanía. Es necesario construir alianzas entre las familias, el mercado económico y las políticas públicas”, afirma Clos. Manzanares también apuesta por tomar medidas de “flexibilidad horaria, permisos para cuando menores o mayores se ponen enfermos sin afectación económica… La agente de Igualdad en el Distrito Palma-Palmilla agrega que “la ley de igualdad posibilita el derecho a solicitar excedencias por cuidado a familiares, pero esta no es una opción posible para muchas personas que no pueden dejar de trabajar; en estos casos es necesario reforzar la ley de Dependencia de tal forma que resuelva las necesidades reales de las personas”. Es un punto de vista que comparte Cuenca, que afirma: “Si la sociedad cambia a la política, la política también puede cambiar a la sociedad. Se tienen que desarrollar unas medidas muy completas desde la política, las leyes y desde la sociedad también reivindicándose. Todas las personas tenemos culpa de eso”.


El factor sociocultural es definitivo para que se reproduzcan las costumbres: “La cultura de cuidados en España está muy arraigada”, expone Angélica Cuenca. “La educación que tenemos en género nos pesa como una losa. Hay mujeres que intentan quitarse piedras de la mochila, pero no hay que escatimar el daño que nos hace a las mujeres la tarea de los cuidados. Que nosotras tomemos un tipo de decisiones con respecto a la conciliación tiene muchísimas más consecuencias a nivel social, emocional y familiar que para los varones. No hay un libre albedrío, tanto las mujeres como los hombres estamos educados para seguir un camino”.

Reportaje realizado como periodista del Ayuntamiento de Málaga y publicado en el Boletín Informativo de Derechos sociales 

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