La sociedad está cambiando. El papel de la
mujer ha evolucionado a lo largo del siglo XX hasta llegar a ser, en la
actualidad, un pilar fundamental. Su incorporación al mercado laboral, su lucha
por los derechos fundamentales, su defensa para la transformación de los
roles... Avances en la política, la economía y la cultura que plantean un
enfrentamiento entre la tradición y la contemporaneidad en cuanto a que el
ámbito laboral y familiar es aún difícil de compatibilizar. El feminismo se
mueve con el objetivo de que estos progresos conduzcan hacia una sociedad más
concienciada ante las carencias que generan la desigualdad de género y se
evidencien las soluciones.
“Hacer
compatibles dos o más cosas”, es la segunda definición que la RAE da al verbo
“conciliar”. Pero, ¿de qué hablamos cuando usamos el término “conciliación” en
relación a la igualdad? La lucha por la conciliación incluye a hombres y
mujeres, pues es una necesidad de ambos.
Sobre la conciliación, que es
uno de los 9 ejes del II Plan Transversal de Género municipal (PTG) giró
la campaña de Igualdad del Ayuntamiento de Málaga para el 8M, Día de la Mujer.
El Plan, que vertebra política y actuaciones para “crear las condiciones
necesarias para facilitar a la población de Málaga la conciliación de la vida
profesional, personal y familiar, así como favorecer el desarrollo de la
igualdad real entre la ciudadanía”, tiene dos objetivos: adecuar y promover
medidas de conciliación para mujeres y hombres y propiciar un cambio de
actitudes respecto a la organización del trabajo y la vida social. Partiendo de
estos principios se llevan a cabo desde el Área una serie de acciones que van
desde los bancos del tiempo, talleres de corresponsabilidad y distribución de los cuidados en los
distritos, hasta cinefórums y ciclos de conferencias. El último informe bianual
del II PTG refleja datos positivos, ya que se pusieron en marcha 76 medidas
cifra muy por encima de las 19 que había planificadas en un primer momento.
“Todas
las personas necesitamos compaginar el trabajo remunerado con el trabajo
doméstico no remunerado. Por eso no solo hablamos de conciliar el ámbito
laboral o familiar, sino que además incluimos el tiempo personal, porque éste
es esencial como vía para el autocuidado, el equilibro personal, la salud y el
mantenimiento de los proyectos vitales”, afirma Montse Clos, agente de Igualdad
en el Distrito Palma-Palmilla. Angélica Cuenca, jefa de Negociado de Violencia
de Género del Área de Derechos Sociales, en esta misma línea dice que la
conciliación es “una manera de gestionar tu tiempo libre, tu tiempo laboral y
tu vida personal de una manera racional, más razonable y que te genere un
equilibrio tanto laboral, familiar, emocional y mental”. Así opina también
Nuria Manzanares, agente de Igualdad del Distrito Centro: “la conciliación
consiste en poder llevar con facilidad y plenitud la vida laboral y familiar”.
“El conflicto entre vida familiar y vida
laboral posee una enorme trascendencia. La tensión no resuelta entre el trabajo
reproductivo (el propio del ámbito familiar y doméstico) y el trabajo
productivo (el propio del ámbito laboral y mercantil, exterior a
la familia) encierra una amenaza para la
reproducción misma de la sociedad: es decir, el conflicto entre vida familiar y
vida laboral pone en cuestión el contrato entre sexos y el contrato entre
generaciones sobre los que descansa, básicamente, la reproducción social”,
expone el estudio Conciliación de la vida familiar y la vida laboral:
Situación actual, necesidades y demandas del Instituto de la Mujer.
En
España, según el informe publicado en diciembre de 2015 por el Instituto de
Política Familiar: “la conciliación laboral y familiar en es cada vez más
defectuosa debido a la incorporación de ambos cónyuges al mercado de trabajo y
al alargamiento de los horarios laborales”. La agente de Igualdad Nuria Manzanares
defiende que “sobre el papel hay cosas que benefician a la conciliación, aunque
el problema es que empresas y organismos públicos en sus convenios no las
aplican”. Opinión con la que coincide la Angélica Cuenca: “las leyes están
vacías si no se dotan de personal y de recursos, si no se llevan a cabo no
tienen ningún tipo de repercusión”. La Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo, para
la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres y la Ley 12/2007 de 26 de noviembre,
para la Promoción de la Igualdad de Género en Andalucía, “asumen medidas destinadas a favorecer el acceso y la
permanencia de las mujeres al empleo;
encontramos un capítulo que se refiere a la necesaria conciliación de la vida
laboral, familiar y personal; es necesario que estas leyes se cumplan”, afirma
Montse Clos.
Los
españoles están entre los europeos
que más horas trabajan al año, según la OCDE. Además, los trabajadores
españoles tan solo pueden dedicar 3,3 horas de media al hogar y a la familia,
siendo las mujeres (con 4,29 horas) las que dedican más tiempo, según cifras
extraídas por el IPF. Nuria Manzanares aboga por tomar ejemplo de los países
del Norte de Europa, como Islandia, para comenzar a progresar en el ámbito de
la conciliación. Sugerencia a la que se suma Montse Clos: “Desde el año
2003, los islandeses tienen un sistema único de bajas parentales que concede a
las parejas nueve meses de permiso para atender a sus hijos recién nacidos. La
madre dispone de tres meses, al igual que el padre (un derecho no transferible
a la madre), y cuentan con tres meses adicionales que ambos progenitores pueden
repartirse según les convenga. Además, los niños y niñas islandeses acuden a
guarderías públicas financiadas por el estado. Actualmente es uno de los países
con una de las tasas de fertilidad más
altas de Europa, dos hijos por mujer, y tiene el más alto nivel de empleo
femenino del mundo, superior al 80%”.
Mientras,
en nuestro país, “aunque ya había muchas carencias en relación a la
conciliación, la reforma laboral nos ha hecho volver hacia atrás aún más”, dice
Manzanares. Cuenca lo achaca a que “el sistema del libre mercado y el
neoliberalismo valora la producción por encima de todo y deja a un lado la vida
personal, familiar, laboral y el bienestar de la ciudadanía en general”. El
presentismo en el trabajo tampoco favorece la conciliación, aunque Manzanares
piensa que “es necesario porque la presencia física te hace visible, te aumenta
la visión en la resolución de conflictos, el contacto con otras personas… todo
ello enriquece”. Opinión que Cuenca no comparte: “En este sistema en el que
estamos, de producción, de libre mercado, de neoliberalismo extremo y
pornográfico, no se valora la productividad de las personas, no se hace un
diseño del puesto de trabajo; no vale de nada estar delante de un ordenador si
no estás produciendo. Si trabajásemos por objetivos, se podría trabajar tanto
desde casa como desde París, el tiempo que se dedicara se estaría produciendo,
se podría conciliar y seríamos más felices”.
Otra
problemática que ataca a la conciliación es el mobbing maternal, una
“lacra” laboral que impide que muchas trabajadoras puedan ser madres al poner
su puesto de trabajo en peligro por ello, denuncia el Instituto de la Mujer.
Cuenca expone que “las empresas no tiene por qué tener la culpa de esto, ya que
están educadas en la misma mierda que están educadas las demás: consumir,
producir, dinero... El Gobierno, a través de sus leyes y sanciones es quien
tiene que procurar dar una compensación económica a la empresa para que una
mujer cuando decida quedarse embarazada o coger su permiso no tenga ningún tipo
de consecuencia negativa”. A lo que añade que “es el Gobierno quien tiene que
velar por todo eso; la igualdad, la prevención de los diferentes tipos de
violencia hacia las mujeres, la conciliación y la corresponsabilidad no se
pueden dejar a la buena voluntad, son cuestiones de estado, del sistema
organizativo y de política. Hay que tener en cuenta que estamos en un paraguas
político que no favorece el sistema social: van a otra cosa y si queda dinero
paran”. Clos añade que “las mujeres se ven expuestas a conductas de
hostigamiento, sufren situaciones tales como no ser contratadas, ser degradadas
de sus funciones, disminución de su salario, presión para renunciar
voluntariamente, la no renovación del contrato, el despido…”
Una
mala conciliación también propicia el retraso en la maternidad y la reducción
de la natalidad. Clos defiende la puesta en marcha de leyes públicas “para
romper la dinámica de que las mujeres tengamos que decidir entre una vida
familiar o una laboral. Por un lado,
necesitamos que existan servicios públicos de cuidados que nos permita
resolver nuestras necesidades de cuidados. Por otro, entender que cuidar es una
responsabilidad colectiva y no un asunto de mujeres. Es necesario generar una
estructura social y económica que sitúe los cuidados en el centro de la vida.
Cuando las mujeres sintamos que no necesitamos “elegir”, la natalidad se normalizará de forma
natural”. Angélica Cuenca añade: “Las
mujeres son casi siempre las que se piden la reducción de jornada para cuidar a
los descendientes, lo que conlleva una reducción de salario. Si estaban en
pareja y se separan, han estado cobrando menos, su cotización también es menor
y, en consecuencia, el paro que cobrarán también lo será: todo suma”.
Soluciones
posibles para comenzar a cambiar la situación de la conciliación serían:
“romper con roles y estereotipos sexistas que involucran con exclusividad a las
mujeres dentro de los hogares en el trabajo de cuidados, es vital que los
cuidados estén basados en una responsabilidad colectiva. La sociedad también
debe responsabilizarse de su parte y generar recursos y políticas que cuiden de
la ciudadanía. Es necesario construir alianzas entre las familias, el mercado
económico y las políticas públicas”, afirma Clos. Manzanares también apuesta
por tomar medidas de “flexibilidad horaria, permisos para cuando menores o
mayores se ponen enfermos sin afectación económica… La agente de Igualdad en el
Distrito Palma-Palmilla agrega que “la ley de igualdad posibilita el derecho a
solicitar excedencias por cuidado a familiares, pero esta no es una opción
posible para muchas personas que no pueden dejar de trabajar; en estos casos es
necesario reforzar la ley de Dependencia de tal forma que resuelva las
necesidades reales de las personas”. Es un punto de vista que comparte Cuenca,
que afirma: “Si la sociedad cambia a la política, la política también puede
cambiar a la sociedad. Se tienen que desarrollar unas medidas muy completas
desde la política, las leyes y desde la sociedad también reivindicándose. Todas
las personas tenemos culpa de eso”.
El factor sociocultural es definitivo para que se
reproduzcan las costumbres: “La cultura de cuidados en España está muy
arraigada”, expone Angélica Cuenca. “La educación que tenemos en género nos
pesa como una losa. Hay mujeres que intentan quitarse piedras de la mochila,
pero no hay que escatimar el daño que nos hace a las mujeres la tarea de los
cuidados. Que nosotras tomemos un tipo de decisiones con respecto a la
conciliación tiene muchísimas más consecuencias a nivel social, emocional y
familiar que para los varones. No hay un libre albedrío, tanto las mujeres como
los hombres estamos educados para seguir un camino”.
Reportaje realizado como periodista del Ayuntamiento de Málaga y publicado en el Boletín Informativo de Derechos sociales
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