Santiago Mesa es maestro especialista en preescolar.
Desde 2006 es el Jefe de Sección de Menores y Familia en el Centro Municipal de
Atención a Infancia y Familia. Siempre
ha estado ligado a la gestión de centros de servicios sociales
especializados y equipamiento. Hablamos con él sobre la actualidad política y social en el ámbito
de la infancia.
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¿Qué proyectos se plantea para el futuro
próximo en relación a la infancia en Málaga?
Tenemos los retos que suponen la implantación de la
nueva Ley de Servicios Sociales de Andalucía y la nueva Ley de Infancia y
Adolescencia que ya tiene su borrador y está prevista para aprobarse el año que
viene. Es un reto porque se va a crear un nuevo escenario para la atención a la
familia que es la declaración de la situación de riesgo. Supone un paso previo
para tomar una medida de protección con menores y supone también un protocolo a
la hora de elaborar un plan de intervención; una comisión de valoración de esa
situación de riesgo que tiene que decir sí o no a esa petición de riesgo; unos
plazos que hay que cumplir y unos objetivos que marcar con la correspondiente
notificación a la familia. Es un trabajo técnico, administrativo y de
metodología que va a ser un reto tanto para los ETF, los servicios sociales
especializados y los comunitarios, que tendrán que integrarse. Los
ayuntamientos se van dotando de competencias a veces de forma no paritaria con
los recursos humanos existentes y eso va a suponer un sobreesfuerzo para todos
y todas. Ya en un futuro más lejano el objetivo es que los servicios sociales
comunitarios y los ETF estén más unidos, buscando, más si cabe, trabajar de
forma conjunta.
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¿Qué
supone la nueva Ley de Servicios
Sociales con respecto al ámbito de la infancia?
Aporta escenarios positivos porque habla de derechos
y deberes de la infancia. También da detalles sobre la figura del acogimiento.
Supone un avance sobre la declaración del desamparo que insiste en la
recuperación de la familia. Dota a los ETF de unos equipos fundamentales y muy
cercanos a lo que es la intervención comunitaria como algo integrador. La ley
viene a poner algo de orden en aspectos difuminados como es la protección de la
infancia. El fallo es que no está dotada de recursos económicos y humanos. No
viene con nuevo personal, presupuesto... Los servicios sociales parece que son
un cajón de sastre en el que todo entra, cuando no están dotados para todo lo
que se viene encima. No es proporcional a los recursos que tenemos...
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¿Los
recortes económicos afectan a los derechos de la infancia?
Totalmente. La infancia siempre es la víctima
silenciosa de las políticas de austeridad. Siempre es así. Invertir en infancia
es invertir en futuro. Interesa que haya una mejor formación para la juventud,
que generen riqueza aquí, pero eso es pensar a largo plazo. Sin embargo, el
corto plazo es lo que prima en las cuestiones políticas.
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¿Han cambiado los problemas asociados a menores en los últimos años?
Se ha introducido la cuestión cibernética: Internet,
las redes sociales como un elemento nuevo. Las personas adultas estamos
accediendo con desventaja y la juventud ya lleva tiempo. Es la primera
situación de conocimiento científico-tecnológico que se da en la historia de la
humanidad en la que la población adulta están por detrás de la juventud. Esto
tiene su lado bueno y lado malo. La ciudadanía adolescente no es consciente que
una usurpación de identidad es un delito; una coacción, amenaza o el insulto
grave a través de la red puede ser delito de acoso. Están sucediendo nuevas
realidades en el entorno de las redes sociales que hacen que determinadas
personas jóvenes que pudieran pasar desapercibidas con este tipo de delitos,
hoy están pasando. De hecho, la Fiscalía de Menores sitúa los delitos en el
ámbito cibernético casi al mismo nivel que los que suceden fuera de él. Hay entonces un nuevo perfil de presunto o
presunta delincuente que sitúa a unas personas jóvenes a las que hay que
atender, en el ámbito judicial, familiar y en el de la prevención. Después, en
lo que se refiere a la intervención familiar, no ha habido cambios en los
perfiles. Hay que recordar que no solo se interviene con familias de barriadas
marginales o en riesgo de exclusión social, sino que también se da en la clase
alta.
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¿A qué rango de edad están más dedicadas las
actuaciones que se realizan desde infancia?
Los ETF están dirigidos a todas las edades, pero hay
que poner el foco en la infancia temprana. Sí hay un perfil de adolescentes,
relacionado con violencia, agresividad... Sobre todo intervenimos con las
personas más vulnerables. Por ejemplo, en Participación Infantil la edad va
desde los 8 a los 17 años. Hay un repunte ahora de jóvenes que quieren estar en
el proyecto de Participación. Lo que pasa es que las realidades son distintas.
Estamos trabajando en dar una respuesta a quienes van a cumplir 18 años, ya que
consideramos que ‘se jubilan’ y no hay espacio proporcional para este grupo y
trabajamos para que puedan seguir proponiendo y trabajando por la ciudad.
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¿Cómo se coordina el centro con el resto
organizaciones e instituciones?
Depende de los programas y los proyectos. Los ETF se
coordinan diariamente con el Servicio de
Protección de Menores y Apoyo a la familia; y con Educación, con los servicios
especializados en caso de problemática social de la Junta. Mantenemos una
Agrupación de Desarrollo de Infancia, Juventud y Familia, que forman 26
asociaciones del ámbito y con la que llevamos casi dos años trabajando de forma
conjunta buscando proyectos comunes y
sinergias. Preparamos los días especiales como el Día de la Niña, Día de los
Derechos de la Infancia... Intercambiamos información, experiencias,
actividades con la idea de aunar esfuerzos. Esta agrupación ha ido creciendo
exponencialmente y es la que tiene más entidades activas. Nos reunimos los
últimos jueves de cada mes. Somos un punto de referencia de muchas entidades en
el tema de la intervención con menores y familia en alto riesgo.
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¿Han cambiado los roles de padre y madre
respecto al cuidado de los hijos e hijas?
Los modelos familiares han cambiado a una velocidad
ultrasónica. Ya no es solo el modelo de familia tradicional: papá, mamá, dos o
tres niños y abuelos. Tenemos familia monoparental, familia reconstituida
formada con hermanastros, familia de padres gais o madres lesbianas, familia de
inmigrantes... La figura del padre se va implicando en la dinámica familiar de
forma muy lenta. Va apareciendo poco a poco pero en determinado contexto
sociocultural, en otro se siguen reproduciendo modelos culturales y
etnográficos. En nuestras escuelas de padres, en algunos distritos la presencia
masculina es del 10%, en otros del 30% o el 40%. La integración del padre en la
dinámica familiar no se produce a la misma velocidad que el cambio social.
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¿Qué
significa para Málaga formar parte de las Ciudades Amigas de la Infancia?
Estamos
adheridos con UNICEF al programa de Ciudades Amigas de la Infancia. Tenemos que
rendirle cuentas anualmente de una serie de indicadores que nos piden. Para
ello es necesario tener un plan de infancia y adolescencia con su presupuesto y
en segundo lugar, un espacio de participación para la juventud. Hay que
presentar una documentación muy exhaustiva con respecto al equipamiento de
ciudad. Málaga sale muy bien valorada en puntuación como Ciudad Amiga de la
Infancia. Lo que queremos es crecer, incorporar más colegios que representen la
diversidad de la ciudad. Es algo muy positivo de este proyecto, que es muy
integrador.
Entrevista realizada como periodista del Ayuntamiento de Málaga y publicada en el Boletín Informativo de Derechos sociales
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