Las raíces del escritor Juan de Dios Villanueva Roa
Existe
un pequeño pueblo al sur de la provincia de Jaén que recoge en sí todos los versos
susceptibles de ser vividos. No deja a un lado lo antiguo: todos los resquicios
del pasado mantienen su compostura dibujando recuerdos. Tampoco lo nuevo: cada gota de futuro salpica
sobre sus tierras. Huelma es ese abrazo de tiempos, antagónicos y sin embargo
enlazados, que destila literatura.
Juan de Dios Villanueva Roa es uno
de los escritores a los que este municipio vio crecer. Actualmente profesor de
la Universidad de Granada, colaborador de varios medios de comunicación y autor
de diversos libros, Villanueva Roa pasó su infancia en este lugar del Parque
Natural de Sierra Mágina. Una localidad en la que se apoya constantemente para sus
escritos: “En la cultura de su pasado, en el contraste de sus gentes, en su
suma social…”.
“Huelma es por su pasado
una fuente literaria inconmensurable”, afirma el profesor tan sólo un año
después de la publicación de su último libro: Candela. No hay más que leer una breve estrofa suya para dar fe de
ello:
Cada mañana el sol desgarra la madrugada.
Se rompen las calles.
El aliento comprime el pecho.
Las aceras de ayer se estrechan un día más
al pisarlas tus pasos sin rumbo definido.
El
escritor cuenta que siendo apenas un preadolescente ya dedicaba su tiempo a
leer en la biblioteca libros sobre mitología o de aventuras. “Aunque antes los
Tebeos me habían abierto la puerta de la literatura siendo un niño, porque son una
de las llaves magistrales que conducen al niño al mundo de la imaginación, de
la fantasía a través del color, de la imagen y de la palabra”.
A Villanueva Roa le asusta la palabra escritor aunque desde su
infancia se interesó por esta área: “Es una palabra demasiado grande para
apropiársela. Creo que es la sociedad la que debe darla, porque lo contrario
sería presuntuoso”. Escribe desde siempre, asegura, mientras rememora uno de
los premios para el que fue seleccionado con tan solo trece años. “Cuando pensé
que tenía algo que decir a los demás decidí escribirlo, y casi siempre tuve la
suerte de que se publicara”, constata.
Esa necesidad de
expresarse fue la que lo llevó al mundo literario: “La disconformidad, la
necesidad de protestar, el impulso de transmitir algo, algo pequeño, una cosa
apenas insignificante, alguna idea, una alternativa, la memoria, o
sencillamente desahogarme de algo que me oprimiese en mi interior”.
Todo escritor conserva en
su memoria a alguna persona especial que le despierta de alguna forma el amor
por la literatura, un docente que le inculca el sabor de las palabras. En el
caso de Juan de Dios Villanueva Roa es Mº Luz Escribano, una gran escritora que
fue profesora de la Escuela de Magisterio de Granada “allá a finales de los
años 70, cuando la policía nos visitaba en la institución universitaria con
cierta frecuencia”, recuerda el escritor. “Ella me hizo percibir cierta
sensibilidad en las líneas literarias que hasta ese momento no había
descubierto”.
Aunque Villanueva Roa se
define como “un lector voraz de los literatos en castellano”, por lo que afirma:
“a veces surgen en mis poemas o en párrafos de algún relato semejanzas con
alguno del medievo o de los años ochenta, de Colombia o, incluso, de
Fuentevaqueros”.
Escribió su primer libro,
Atardecer, en el año 1999, el cual
surgió “como necesidad de dar respuesta a la necesidad de leer de las personas
mayores”. Atardecer es un reflejo de las vidas de los hombres y mujeres que
pudieron ser mis antepasados y mis primeros años. Fue la necesidad de que ellos
se viesen reflejados en el papel, sus vidas, sus experiencias, sus aportaciones
enormes a esta sociedad que hoy es del bienestar gracias a sus sacrificios;
contar cómo era mi pueblo cuando yo era un niño, sus calles, sus costumbres,
sus casas, qué pasaba cuando aparecieron las primeras televisiones, cuando sus
habitantes, mis paisanos, se marchaban como emigrantes a Alemania, Cataluña,
Suiza…”, explica.
Otro de sus libros, El otoño de Lucía, publicado en
2002, también ha tenido gran acogida. “La
mayor satisfacción que he recibido desde que escribo y publico ha sido
reciente, cuando una psicóloga se puso en contacto conmigo para decirme que
utilizaba mi novela El otoño de Lucía
como instrumento terapéutico contra el Alzheimer con una señora de 91 años,
pues al ir leyéndola iba recordando su vida. Fue maravilloso ver la fotografía
de esta mujer con mi libro en sus manos, arrugadas, finas, casi transparentes
ya, con sus gafas, con las que casi quería robar las palabras para recuperarlas
en su memoria”.
El huelmense asegura que
procura leer todo lo que cae en sus manos, aunque afirma que le atrapa
fundamentalmente la literatura del alma. Al mismo tiempo, también escribe sobre
múltiples y diversos temas como la desigualdad, la violencia de género, las
costumbres sociales, la denuncia… “El hecho de escribir en el Diario IDEAL
desde hace veinte años me ha condicionado en la forma de ver la realidad,
escribir columnas de forma sistemática te hace analizar la realidad,
desmenuzarla para encontrar la esencia, y luego plasmar tu opinión en apenas
500 palabras. Eso te hace especialmente crítico y, si se me permite, irónico”.
Escribe sobre maltrato o caciquismo,
pero a su vez también sobre adopciones, amor o comprensión. “Relatos sobre aspectos cotidianos, que por
serlo nos pueden pasar desapercibidos; sobre aspectos lacerantes y disimulados,
porque socialmente desde el silencio son aceptados, pero si salen a la luz son
repudiados como el alcoholismo”.
Concretamente, su poesía,
comenta: “Denuncia la sentimentalidad que sufre el parado, el violado en sus
derechos, los silencios culpables de quienes siempre callan, el amor
equivocado, la vejez, la soledad, la muerte o el tiempo”. Así podemos observar
en sus versos:
Cambiamos un ‘te quiero’
por un ‘te debo’,
tú vales
lo que tus pagos pendientes,
grotescos bulos de muerte.
Pero atestigua que
actualmente no se lee poesía, muy pocas personas le dedican su tiempo, “y eso
que la poesía es el culmen de la literatura, pero el tiempo se emplea en otras
cosas, que desde luego ocupan menos espacio en el alma. Cada cual llena su
espíritu como quiere, si sabe o si puede”.
Aun así, el profesor
sigue escribiendo. Actualmente está terminando un libro de relatos que se
llamará Mariposa Liá. Además, también
está finalizando una novela sobre las caras de Bélmez, “una novela que en
partes está utilizándose en una universidad de Atlanta, en EEUU, como libro de
lectura para aprender español, y en la que juego con la fantasía, con la
historia, estableciendo alternativamente relaciones del pasado árabe de la
zona, la guerra civil española y el presente, y a partir de ahí surge la
novela, con las caras como elemento unificador de la trama”. Asimismo, trabaja
en su siguiente poemario “en el que la línea directa entre la palabra y el
lector es fundamental, rompiendo con las tradicionales estrofas y dejando al
lector su apropiación del mensaje en exclusiva”.
Villanueva Roa centra
gran parte de su tiempo, además de al oficio de escritor, en la docencia, en la
cual está muy presente la literatura. Un área que se gesta inicialmente en las
aulas de centros educativos en los que, comenta, se enseña su historia. Pero “enseñar
verdaderamente literatura es aprender a partir de la propia literatura, buscar
el rezumo de su esencia, es paladear la palabra y a la sociedad que la ha generado.
Y después nos explicaremos al autor y sus intenciones”.
Por ello, expone: “La
literatura hay que enseñarla a partir de la literatura, y ahí se explica todo y
sucumbirían todos los lectores. Pero si
pretendemos que se llegue a la literatura a partir de nombres, fechas, estrofas
y figuras de nombres impronunciables estamos abocando el amor a la literatura y
a la lectura en un objeto extraño de deseo. Al alumno hay que hacerlo
encontrarse en la literatura, para crecer como persona, para conocerse a sí
mismo, para gozar intelectualmente, para provocar la necesidad de pasar de un
libro a otro, e incluso de tomar el lápiz”.
El escritor y profesor
navega en las dos vertientes, pero entre ambas opciones defiende que es
escritor ante todo. “Enseñar es transmitir en directo, ante tus alumnos,
escribir es transmitir en diferido. Me retirarán de la enseñanza, donde he
ejercido en todos los niveles, desde los niños más pequeños, hasta las personas
mayores, pasando por los niveles intermedios hasta llegar a la Universidad;
pero no podrán retirarme de escribir, ahí no hay jubilación que valga, es una
forma de estar vivo”.
Aunque Granada es la
ciudad en la que Villanueva Roa se encuentra actualmente, recuerda con cariño
al pueblo en el que pasó sus primeros años: “las escuelas de los carriles, los
grupos, donde Don Prisco imponía su norma…” Un lugar en el que continúa
presentando sus obras y participando en mesas redondas en las que si bien
“algunos de los asistentes no me conocen,
buscan por mi físico las referencias ancestrales en mis abuelos y mis padres. Y
siempre atinan”.
El autor afirma que “tiene
todas las ventajas el escritor que nace en el medio rural, porque a la ciudad
puede ir cualquiera. Ser de pueblo te otorga una ventaja intelectual que jamás
adquirirán los que no han vivido en el entorno rural. Las experiencias vitales
de la infancia marcan de forma definitiva a la persona, y nada como el pueblo y
el campo para definir a alguien. Luego la ciudad puede aportar otras vivencias,
pero después, cuando la base humana está ya construida”.
Villanueva Roa explica
que hay escritores de Jaén que le han influenciado, “Es evidente que Muñoz
Molina es referencia obligada en la literatura actual, pero no olvidemos que se
es de donde se pace, y ahí Machado tiene algo que decir, y hasta en San Juan de
la Cruz se pueden encontrar imágenes de este territorio. Actualmente hay un
grupo de escritores de la zona, un poco dispersos por distintas ciudades, que
llevan estos paisajes, estas culturas, esta gastronomía y medios de vida en las
venas, y que asoma entre sus líneas de cuando en cuando”.
El escritor cree que literariamente
hoy por hoy Sierra Mágina es un esfuerzo para el futuro desde un pasado
silencioso, que es un territorio que podrá ser literario porque reúne las
características para serlo, porque la fantasía, las imágenes, las gentes, su
situación geográfica pueden facilitar que así sea. “Pero algo habrá que hacer
para que se consiga, y los elementos culturales y políticos deberán esforzarse
en ese camino”.
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