domingo, 30 de octubre de 2016

No crecen edificios

Dibujar la vida tirada por el suelo
cuando echar de menos
se convierte en un incendio.
Unir las piezas enfurecidamente
para crear puentes que nos sostengan,
y descubrir que en nuestros cuerpos
ya no crecen edificios.
En el hueco de la escalera
recuerdo tus palabras
cuando pretendíamos ser como números periódicos.
De puntillas, con los calcetines rotos:
intentando alcanzar alguna salida de emergencia.
Te espero al otro lado de la orilla:
donde se desnudan tus ojos
para vestir mi sonrisa.
Escúchame despacio, no tenemos prisa.
Ya he recorrido todos nuestros pasados,
la derrota les ha hecho perder la noción del tiempo.
He aprendido, también, que nunca he estado más despierta
que acostando tus pesadillas.
Por eso, y por este silencio que sabe a mar,
me encuentro aquí sentada,
manteniendo esta distancia que nos detiene
como partículas en suspensión.
Con las piernas cruzadas
y los zapatos pidiendo auxilio en el suelo.
Habito en una falda que ya no tiene miedo
de acoger bolsillos vacíos y eternos.
Y quizá una camisa con los botones destrozados
que pretendían ser cosidos por el cielo.
Te espero, como quien dobla un billete del metro,
mirando a todas partes
para ganar la partida al invierno.
Y miro hacia atrás
pensando que quieres asustarme
mientras haces cosquillas al miedo.
Escúchame,
imaginando que la música duerme desnuda y sin sábanas,
soñando que las notas son musas danzando descalzas,
aunque espero,

que solo te abrace el silencio. 

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