miércoles, 20 de abril de 2016

David Jiménez o la cordura de lo cotidiano




Kapuscinski decía que para ser un buen periodista hay que ser una buena persona, una frase que cita David Jiménez al recordar su etapa como corresponsal. El periodista comenzó trabajando en el periódico El Mundo en 1994, cuatro años más tarde pasó a ser corresponsal de Asia y Oriente Próximo.


David Jiménez decidió ser corresponsal porque, según afirma: “el periodismo que hacía en la redacción no me gustaba, era un periodismo de funcionario, pasaba muchas horas en la redacción e iba a ruedas de prensa que eran aburridas”. “Yo había soñado en la facultad con otro tipo de periodismo y allí no lo estaba haciendo. Quería vivir aventuras, descubrir cosas nuevas, conocer gente fascinante y cubrir eventos importantes”, comenta.


La primera historia que cubrió David Jiménez como corresponsal fue la revolución en Indonesia en el año 1998, cuando el general  Suharto estaba cayendo en Indonesia y los estudiantes se habían alzado contra él después de más de tres décadas de dictadura. “Y allí vi el primer muerto de bala que he visto en mi vida, un estudiante que había sido abatido por los soldados”, recuerda.


Esta transformación de ser redactor a ser corresponsal, “pasar de cubrir manifestaciones de vecinos, el tráfico y el temporal a cubrir revoluciones, guerras y desastres naturales fue un cambio muy fuerte”. David Jiménez asegura que profesionalmente como periodista se sentía muy vivo pero, por otra parte, ver esas cosas le producían desazón: “porque te expones a las miserias y las zonas oscuras de la condición humana más de lo que querrías”.


El periodista asume que ha sentido miedo en su etapa como corresponsal. Al poco tiempo de llegar a Asia en el año 1999, David Jiménez estaba cubriendo el conflicto en Timor Oriental y el hotel donde se hospedaba fue rodeado por milicianos timorenses que con machetes, arcos, flechas y armas que amenazaban con matarle. “Si el ejército hubiese llegado un poco más tarde probablemente me habrían degollado, porque era el único extranjero que se encontraba en aquel momento en Atambua, un pueblo de allí”, cuenta. Pero cuando se hizo corresponsal, comenta, “ya asumí que este trabajo tenía unos riesgos”.


Para el periodista es necesaria la vocación para hacer bien el trabajo: “No vocación de hacer televisión sino de dar voz a gente que no la tiene y de intentar cambiar las cosas que están mal”. Y, además, el periodismo ha de ser digno: “la precariedad del periodismo afecta mucho al deterioro de la calidad, por lo indignamente que se paga muchas veces el trabajo, incluso por la intención de algunos medios de que los periodistas trabajen gratis. Todo eso provoca que lo que hacen los periodistas sea de peor calidad porque tienen que hacer mucho más para llegar a final de mes. Tienen que hacer mucho más y más rápido”.


Esta precariedad del periodismo afecta negativamente a los lectores: “El conocimiento que obtienen los lectores es menor, están peor informados y al final terminan no comprando los medios de comunicación. Así casi todas las empresas de comunicación de España están en medio de una grave crisis”, cuenta.


David Jiménez también es escritor: en 2007 publicó el libro Hijos del Monzón, en 2010 El botones de Kabul y en 2013 El lugar más feliz del mundo. Aún recuerda la primera historia de Hijos del Monzón con tristeza: una historia que habla de una niña camboyana de 5 años que conoció, la cual tenía Sida. “Y cuando volví a verla tras unos años tenía la esperanza de que las medicinas, que ya llegaban y salvaban a muchas personas, hubieran salvado a esa niña. Pero cuando llegué descubrí que había muerto.”


El periodista explica que no le gustaría haberse involucrado con las personas, pero que no lo podía evitar: “El periodista no es un robot, tiene sentimientos. Ser periodista no te quita de ser persona”. El objetivo principal del periodista es hacer su trabajo, pero “cuando cuentas una historia, si lo haces bien ya te estás implicando”. ”La persona siempre está por encima del trabajo”.


Ser corresponsal requiere un alto grado de responsabilidad: “Hay víctimas de un desastre natural que a veces no están en condiciones ni de hablar y otras para las que es un alivio relatar su historia.” “Me he encontrado situaciones dramáticas de pobreza. Familias que tienen un hijo enfermo y no tienen dinero para llevarlo al hospital por lo que intentas ayudar en lo que puedes”, afirma.


Para David Jiménez ayudar a la gente es “una cuestión de humanidad más que de periodismo, la mayoría de los periodistas que me encuentro sienten empatía y les importa la gente de la que escribe”. Aunque, afirma: “Sí hay otros periodistas que después de estar cubriendo muchas noticias la piel se les ha hecho mucho más dura, no tienen tanta sensibilidad. Sí he visto periodistas para los que la exclusiva era prioritaria y estaba por encima de las demás cosas. Pero yo creo que son minoría”.


“Cuando volvía de una cobertura larga en la guerra una parte de mí se quedaba en el lugar en el que había estado y luego era difícil adaptarme a la vida normal”. David Jiménez comenta que cuando volvía le costaba escuchar a las personas cuando le hablaban de cosas normales porque necesitaba un tiempo de adaptación. “Pero poco a poco entraba en la cordura de lo cotidiano”, sostiene. “Hay periodistas que no lo consiguen y  lo que hacen es ir a más desastres y conflictos, necesitan constantemente vivir en esas situaciones porque ya no se adaptan a la normalidad”.

Por último, el periodista insiste en que “ni la facultad, ni ningún jefe o medio van a conseguir dotarte de la ética periodística, porque la moral no es periodística es simplemente moral. Si eres una persona honesta harás periodismo honesto, si eres una persona manipuladora harás periodismo manipulador”. Concluye que todos estos valores radican en la educación: “En la facultad puedes aprender la técnica, el resto depende del tipo de persona que seas”.


Tras muchos años cubriendo conflictos en Afganistán, Cachemira o Timor Oriental David Jiménez recibió la Beca Nieman de la Universidad de Harvard lo que le permitió trabajar en el Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Y, actualmente, es el director del periódico El Mundo desde mayo de 2015.


Basado en una entrevista realizada en la Universidad de Málaga durante el curso 2013-2014 por José Jiménez, Adrián Medina y Maribel Marín.

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