martes, 8 de marzo de 2016

Punto de partida





Cuando abrió el tablero, no encontró a la dama blanca. Solo pensó en su desdicha en ese instante. Pretendía ahogar su furia y demostrar su audacia. Quizá no podía ganar a su contrincante en otros aspectos en los que la suerte le había sonreído, pero al ajedrez podría derrotarlo con una venda en los ojos. Sin embargo, aquellas dieciséis piezas, de las cuales disponía a sus anchas sobre los escaques en cada partida, lo hubiesen alzado a la gloria. Solo quince eran las que yacían ahora en la entropía de un blanco y negro deteriorado. Tal vez, ya era tarde para reconciliaciones. Ella se había fugado dejando al azar como evidencia y su reloj como muestra de estrategia. 

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