El blog Discapacidad en Andalucía de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales publica una reflexión que escribí: 'Rincón de prejuicios'
La sociedad vive acorralada entre
juicios de valor predeterminados y comportamientos recurrentes que se asimilan
por rutina. Los prejuicios se gestan en nuestro interior a una edad muy
temprana y se arrastran durante toda la vida.
La opinión de la gente con respecto a
las personas con discapacidad habita en uno de esos rincones de prejuicios. Una
esquina en la que todo se debate entre defender a las personas enfermas, la
mayor parte de las veces a causa de que existe algún ejemplo de ellas en la
familia, y la búsqueda de justificaciones absurdas por las que las personas con
discapacidad quedan cuestionados ante numerosas áreas. He aquí la discusión
itinerante pero para mí opinión: confusa, indeterminada y eterna.
La cuestión reside en la capacidad de
cada persona, independientemente de la enfermedad que pueda padecer o no, de la
condición de vida que marque sus pasos. El resto de ángulos y puntos de vista
alrededor del ser humano son meros argumentos utilizados con alguna intención.
Las personas con discapacidad son
personas ante todo, tienen una condición que les impide realizar ciertas
actividades o desarrollarse en determinados ámbitos pero, ¿no tenemos cada uno
de nosotros algún impedimento u obstáculo para ciertos campos? Quizá no
tengamos discapacidad pero, con toda seguridad, tenemos limitaciones. Aunque
esas barreras, al no estar acotadas por el término discapacidad, no se hacen
públicas, no quedan patentes allá por dónde vayamos y no determina nuestro
principal calificativo posible.
Es decir, existen numerosas
características, tanto psicológicas como físicas, externas e internas, que nos
marcan en el progreso de nuestra vida, pero no por ello debemos tachar ciertas
condiciones y establecerlas como principales en una persona.
Por ello el tratamiento de las
personas con discapcidad, tanto en los medios de comunicación como en otras
áreas no menos importantes, es constantemente criticado o aplaudido,
dependiendo del receptor; porque no existen parámetros justos o una forma
concreta para tratar temas como el que abarcamos. No existe un manual generalizado
para hacer las cosas bien ante este aspecto, solo supuestos, conjeturas,
opiniones… Y no existe porque cada persona puede interpretarlo de una forma
distinta.
La única manera que se debería
generalizar, tanto para personas con discapacidad como para otro tipo de
enfermedades o colectivos, es el optimismo. Con esto me refiero a que no se
pueden centrar todas las miradas en destacar lo negativo de la enfermedad o de
la condición de vida de las personas, sobre todo en los medios de comunicación.
El optimismo ante cualquier tema, realzando los progresos y los logros
generaría más confianza en las personas discapacitadas y más aceptación con
respecto a ellas en las personas que las rodean. La positividad genera
positividad.
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