miércoles, 9 de julio de 2014

El incendio de los libros


Se prenden las llamas de la historia mientras un libro balancea la hoguera de las estanterías ya muertas. Aparecen y desaparecen los escritores, van y vienen los escritos. Quizá, hace algún tiempo los libros eran escritos por escritores, una obviedad que en el siglo XXI parece diluirse en un charco de ansiedad. El lector lee, pero ya no sabe lo que lee; el autor escribe pero, en realidad, hay veces que no sabe escribir.

Hay más libros que nunca. Siendo optimistas: a causa de que hay más formas de publicar, como la autoedición. Tal vez, alguien diría que la producción de libros ha aumentado porque existe una mayor libertad de expresión; o porque pudiese haber más demanda, lo que llevaría a pensar que la sociedad ha aumentado su alimentación cultural. Siguiendo el hilo, todo desembocaría en una luz al final del túnel, la esperanza de Un mundo feliz o de un avance que a mí, personalmente, me provocaría incluso la chispa necesaria para volver a encender la ilusión por una sociedad mejor.

Siendo pesimistas: (y en esta posición encuadro mi consciencia) ha aumentado la cantidad de libros pero la calidad se tambalea entre gritos de desesperación. Cualquier persona puede publicar un libro pero este hecho tiene un aspecto negativo que golpea fuertemente a cualquier beneficio que pueda existir. Me refiero a los filtros, ya no existen filtros. Comprendo a las personas que defienden un mundo editorial sin filtros pero no comparto ni el más mínimo resquicio de sus argumentos. Las librerías y, peor aún, las bibliotecas, quedan repletas de libros que surgieron por el típico estado mental que todo ser humano a experimentado alguna vez que es `voy a escribir un libro´. Libros que surgen simplemente por impulsos y la mayoría de ellos crecen y crecen gracias al dinero de su autor o a la fama que tiene determinado personaje. Libros que ocupan un lugar imposible en cualquier repisa mal barnizada, que cojean en ortografía casi de la misma forma que en literatura. Libros que no contienen más que pensamientos que cualquiera con un mínimo de cinismo itinerante puede procesar.


El incendio se acerca mientras aceptamos que al entrar en una librería es obligatorio especificar que buscamos libros de `escritores´ para poder seguir sobreviviendo.

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