martes, 7 de enero de 2014

Colección de miradas IV



Un folio en blanco me atrapa,
despliega sus alas sobre mí, 
el vacío se hace eco de sus esquinas rotas, 
su color a pasado me hace desvelar.

Noto cómo las palabras se me clavan en las venas;
los versos se hincan en mis pulmones.
Una estrofa se rompe 
mientras aspiro, por error, 
el aire cálido, oxígeno desvalido, 
que me llena. 
Siento una punzada en la sien;
el cerebro palpita al ritmo de las incoherencias.
Las ausencias se agolpan
en el cigarrillo pretencioso de Julio Cortázar.

Acurrucado entre las mantas 
dibuja el recorrido de un minuto 
sobre su cuerpo. 
Las canas parecen distraer el miedo; 
las miopías se vuelven insignificantes.

Me mira arqueando las cejas, 
con ese tipo de mirada que duele.
Esa que dirige las pupilas hacia ti 
y luego se trasladan al infinito,
esa que a cada parpadeo provoca una lágrima,
esa que escuece.

De esas miradas
que te sonrojan las mejillas, 
te hacen tiritar el alma, 
de las que sabes con seguridad 
que te escurrirías entre las pestañas.

Después cierro el libro 
y su mirada se apaga; 
alquel folio en blanco queda impregnado con su fragancia.

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