domingo, 9 de junio de 2013

Incoherencia aprehendida


Ojalá fuésemos capaces de ser coherentes. Ojalá ese autor que imaginamos al leer un libro no fuese el mismo que desgarra la tinta de una pluma desangrada al firmar con adornos su propia obra en una caseta de la Feria del Libro. Ojalá que ese escritor cuyo comportamiento creamos en nuestra mente al pasar con delicadeza las páginas de un libro no fuese el mismo que presenta su obra en un evento fetichista y politizado. Ojalá que esa cuenta de Twitter que lanza versos entre un Time Line de contradicciones no fuese aquel literato de presencia aduladora.

            Me atrevería a decir que usted también ha tenido esta sensación. Un escritor es simplemente un ejemplo. Pero hay numerosos momentos en los  que se espera mucho de algo, se idealiza, y al final sólo quede decepción. Un cantautor, un poeta o un periodista tal vez. Y es que hay un trecho muy grande entre la individualidad y la globalidad, tanto que estos dos conceptos cambian la forma de ser de las personas, en la práctica. Para bien o para mal, generalmente inclinado hacia el adjetivo negativo, nos comportamos de forma distinta dependiendo del contexto. Habría que pararse a pensar con que `forma de ser´ La Pardo Bazán quería cubrirse cuando empezó a arrojar papelitos con versos patrióticos a los soldados que volvían de África. Contextos. Parpados hinchados por orillas de razones. Ahora, las redes sociales potencian esa divergencia de personalidades, es una mezcla turbia y homogénea de individualidad y globalidad en cantidades parecidas.

            Que aquellas 12000 palabras que Cervantes utilizaba en sus obras no fuesen las 500 o 600 que un estudiante use para describir toda su biografía. Que aquel contenido que tanto importaba a Azorín no fuera el mismo fondo desesperado que le interesa a Pérez Reverte. Que aquella figura que derrite los inviernos en primaveras no fuese la misma que no diferencia las estaciones. Que aquella manera de describir el trayecto de una lágrima no fuera la forma con la que se provoca.


Pero sí son las mismas. Somos así de incoherentes.



Columna publicada en La Opinión de Málaga el 7 de junio de 2013

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