De esa forma tan sutil, rellenando recipientes con
la testosterona de las calles baldías. En ese afán recurrente de sopesar vasos
medio llenos o medio vacíos. Cuando se sabe perfectamente que el sayo de este
mes cuarentón se prevé entre fríos, casi congelados, botellines con la espuma
traumatizada entre manos temblorosas, mocasines despectivos y pañuelos
vapuleados por los remordimientos disuasorios allá en Moncloa. La libertad
siempre se cuestiona, hasta en los versos.
Desde
la segunda mitad del siglo XIX la poesía ha ido dejando atrás, con Walt Whitman
a la cabeza y aquellas palabras de Stéphane Mallarmé, esas rejas, esas cárceles
llenas de ritmos perversos y rimas estudiadas. Testaruda defensora de la
libertad, bajo la cabeza con impotencia al referirme a los omnipresentes
encarcelamientos: prisiones en forma de teorías, reglas a seguir a la hora de
manifestar la creatividad. ¿No es contradictorio? ¿Cómo se puede acotar la
tinta de una pluma hasta en los centros educativos? Juan Ramón Jiménez, ese
señor con barba tozuda y obstinada, dio alas a la lírica en España y desde
entonces muchos poetas se han decantado por el verso libre, generación a
generación se han ido deshilachando los pespuntes de la poesía llegando a
convertirse en la más exquisita inspiración a borbotones, pese al enfrentamiento
con el verso libre de Antonio Machado entre otros. Ahora, quizá, es como si se
quiera volver de alguna forma a aquellas métricas tan elegantes como rígidas.
La escritura de Luis Alberto de Cuenca es prueba de esa necesidad recuperar
algo que, en realidad, nunca se ha perdido.
Cualquier
cosa que se perfecciona demasiado acaba cayendo en la miseria de lo artificial,
del deseo fingido, del culmen más inútil. Como decía Daniel Dennett en relación
a la construcción del soneto: “esto nos
obliga a abandonar algunas de las excelencias conseguidas con dificultades y
así sucesivamente, dando vueltas y más vueltas”.
Para Sanislaw Ulam esta
artificialidad sería una muestra de creatividad. Pero, ¿cuál es el límite?
Columna publicada en La Opinión de Málaga el 30 de mayo de 2013
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Muy interesnate el tema, amiga. Gracias por compartírnoslo.
ResponderEliminarBeso