Antonio Lucas es uno de los máximos exponentes de la nueva poesía
española. Columnista y redactor de cultura de El Mundo. Ha escrito varios
libros por los que ha recibido diversos premios.
¿Cómo prefiere que le llamen: poeta o periodista?
Un poeta dentro de un periódico es un personaje muy sospechoso. Es más
fácil aceptar a un economista escribiendo de sucesos o a un historiador del
arte escribiendo de economía que a un poeta. Pero yo cuando estoy entre
vosotras que sois compañeras de profesión soy periodista. Ni más ni menos. En
mi casa no soy nada y para mis amigos soy Luqui.
Un poema o una columna, ¿qué le es más satisfactorio?
Son satisfacciones distintas. El poema tiene una demora, un reposo, es
otro lenguaje completamente distinto. Es otra forma de mirar la vida, de
descifrar el mundo, de descifrarte en él. Y la columna es una cosa más
inmediata, más nerviosa, probablemente más urgida por la actualidad. Dónde uno
viene a manifestar un acuerdo o un desacuerdo de manera muy clara, sin
demasiados ambages aunque utilices un lenguaje, como es el mío, de voluntad más
estilística, barroca. Pero, en cualquier caso, son territorios muy distintos y
deben ser distintos. Es decir, se puede aprovechar el ejercicio de la columna
del lenguaje más poético, más lírico, puntualmente, en algún destello. Pero
creo que son caminos que deben andar en paralelo, sin rozarse y cada uno está
bien dónde está.
¿Influye
la vida periodística y literaria en la vida personal?
Sí,
influye en todo. Salgo con escritores y periodistas a tomar copas. Nos juntamos
todos en ciertos bares. Y al fin y al cabo es mi vida. Es decir, no tengo otra
vida detrás de esas cosas que me gustan tanto, de esas herramientas que utilizo
cotidianamente como es la literatura por un lado y el periodismo por otro.
Literatura y periodismo, que no poesía y periodismo, sí se juntan y determina
mi vida. La gente con la que me junto de algún modo también confecciona mi
identidad, me hacen ver cosas nuevas y me hacen entender ciertos aspectos del
hoy que es inevitable que tú reconozcas cuando hablas con gente que tiene o
maneja distintas ideas a las tuyas. Entonces sí, todo el mundo de la literatura
y del periodismo al fin y al cabo es mi vida, mi mundo, es mi gente.
¿Para
escribir columnas tiene que separarse un poco de su vida personal? Mucha gente
escribe interpretando un personaje, una vida que no se tiene, sentimientos que
no se sienten…
Me
seduce mucho la idea de interpretar a cierto personaje. Umbral lo hizo muy
bien, por ejemplo, era un hombre con mil máscaras a la hora de escribir sus
columnas, su periodismo. Pero, de algún modo, debajo de todas esas máscaras
había una raíz esencial que era la de él, la de sus daños, la de sus
entusiasmos, la de su percepción de las cosas. Yo no me alejo ni me acerco. Hay
días que escribo una columna más íntima porque me lo piden las manos y otros
días en que es una cuestión más aséptica respecto a mi vida, que tiene que ver
a lo mejor con la política, con la actualidad más inmediata. Entonces va en
distintos registros. Es cierto que inevitablemente cuando uno escribe no es el
mismo tío que habla, cuando escribes racionalizas. Pero yo no me enmascaro
demasiado, probablemente las mismas impertinencias que digo hablando las digo
escribiendo.
¿Cree
que las redes sociales ayudan a crear esos personajes que derivan de una
profesión como la que usted tiene e incluso cambian la vida personal?
Es
verdad que hemos entrado en muy pocos años en un vértigo muy excepcional respecto
a la recepción que tiene el periodista de su propio trabajo de manera muy
inmediata, porque hace diez años aquí en el periódico era imposible calcular
quién estaba leyendo el periódico tus columnas, tus reportajes o tus crónicas.
Y hoy en cuanto sueltas una columna inmediatamente tienes un feedback y eso
genera inevitablemente una atención en ti y una cierta vanidad que es lo que
tiene de patético en todos nosotros la atención a las herramientas digitales o
a las redes sociales como un espejo. Y eso puede crearte a veces el despiste de
pensar que cómo este tipo de columnas o de ideas me las aplauden más, voy a
tirar por aquí que es lo fácil en vez de arriesgar y probar otro redoble de
tambor por otro lado que no ha gustado dos días antes, que nadie ha encontrado
esa necesidad de retuitearlo. Es peligroso, hay que tener mucho cuidado con
porque genera egos como cepelines y no hay cosa más ridícula que estar un tipo
viendo permanentemente cuantos `me gusta´ o retuits tiene para saber si
está gustando su trabajo o no. Genera en el periodista a veces una sensación de
`pecho palomo´.
¿Las
redes influyen también en la literatura?
Puede
influir del mismo modo. Lo que pasa es que la literatura se hace más lenta, es
decir, generalmente el escritor no lanza todos los días una novedad. No hay
escritores que escriban a diario en un periódico, excepto Umbral y ahora Raúl
del Pozo. Pero los periodistas que ejercen la literatura no escriben a diario.
Puede influir, pero es distinto. Creo que el novelista de éxito sabe que tiene
éxito y llueve sobre mojado. Piensa en Javier Marías que no tiene Twitter, que
es un novelista de enorme éxito además de ser un excelente columnista. Yo creo
que esa gente ya tiene su ego acondicionado a su estatura. Twitter no da más ni
menos.
¿Cómo
definiría el periodismo literario?
La
esencia de lo que es el periodismo literario no ha cambiado. El periodismo
literario es una forma de hacer periodismo. Lo que hay de troncal es el
periodismo en sí. Luego hay un periodismo más analítico, de investigación y uno
que tiene en su posibilidad de registros la literatura bien infiltrada e
injertada. Los grandes maestros del periodismo español, desde Larra pasando por
César González Ruano, Ramón Gómez de la Serna, Eugenio Montes hasta Manuel
Vicent, Raúl del Pozo o Carmen Rigalt, todos han ejercido de algún modo, Maruja
Torres o Rosa Montero, un periodismo literario.
El
periodismo literario es que sepas a qué huele el cuerpo de una mujer dolida, el
cuerpo de un inmigrante puteado, a qué huele la patera en la que esa gente
cruza el estrecho para ser aquí maltratados, a qué huelen Las Barranquillas en
el antiguo poblado chabolista de Madrid cuando estaban todos los yonquis allí
tirados. Todo eso se hace con palabras, con la argamasa de la literatura.
¿Cómo
ve el futuro de los jóvenes periodistas que quieren dedicarse al periodismo
literario?
Bien.
Ahora mismo Latinoamérica nos está dando una lección estupenda, han nacido un
montón de páginas webs fantásticas muy impetuosas a la hora de recuperar la crónica,
el reportaje de largo recorrido. Pequeñas publicaciones como The Clinic en
Chile o The Soho en Colombia, si no me equivoco. Pequeñas revistas que han ido
creciendo a golpe de recuperar eso que se había perdido que eran las grandes
crónicas.
Para la
gente que ahora sale de las facultades, y que en un momento dado sale con una
riqueza mayor con respecto a los que salían hace veinticinco años, hay una
senda abierta para reporteros extraordinaria. Tenéis mucha competencia y el
enorme problema de que aquí en España no sucede como en el otro lado del
Atlántico. Aquí en España las cosas están en un proceso al revés, de
contrición. Se tendrán que romper de alguna forma las costuras y empezar
de nuevo.
Tal
vez, si usted fuera uno de esos futuros periodistas que aún están en las aulas
¿vería su futuro profesional saliendo del país u optaría por quedarse en España?
¡Ni
loco! Me habría ido, este es un país despreciable en ese sentido. España está
humillando a la gente joven como no se merece nadie que la humille. Está
lapidando a tres generaciones: la generación de la gente que tiene cincuenta y
cinco años y que por los EREs se ha ido a la calle que ya no va a encontrar
trabajo probablemente en su vida, la generación de los treinta y tantos a los
cuarenta y cinco que está en una incertidumbre absoluta y cómo pierdas el
compás de este momento es muy difícil que vuelvas a encontrar el estribo y la
generación vuestra que es la de las becas y sin embargo no os van a llegar a
estrenar. Que le den por culo a este país, es en ese sentido uno de los
territorios más siniestros que hay en Europa. Hay que huir de aquí.
La
mayoría de los jóvenes están indignados. ¿Usted está indignado?
Ya
indignado no estoy porque, además, creo que el concepto de indignado se ha
modulado tanto que forma parte de lo que el sistema ha querido hacer de él. Yo
estoy completamente decepcionado, muy activamente, con esto que hay. Desde las
columnas suelo hablar de lo que el ciudadano no debe aceptar cuando está en un
estado de derecho presuntamente. Si se pueden rescatar los bancos se pueden
rescatar las universidades. Todo eso que nos están vendiendo que es la
alternativa única para salir de la crisis es una trampa montada y fingida por
poderes absolutamente neoliberales establecidos con una perfectísima hoja de
ruta sobre lo que es la crisis, gente para la que la crisis está siendo un
verdadero éxito porque están ganando más dinero que nunca. No es un problema de
estar indignado, lo que me parece es que, con la responsabilidad compartida
entre todos (unos más que otros) hay que luchar contra ellos. Han hecho de este
país una porquera. Han estafado a gente analfabeta para firmar preferentes, han
estafado a deficientes mentales, están echando a familias enteras por no pagar
una deuda de tres mil euros de una casa. Eso es un crimen, un país que hace eso
no merece nada. La gente joven tiene que salir, porque vuestra vida es un
capital y un patrimonio tan incalculable para países que sí tiene opciones para
vosotros que vendérsela a esta panda de mantas que os van a tener de becarios
hasta los cuarenta y tres y os van a impedir desarrollaros como ciudadanos… Que
les den por el culo.
¿Qué
transformaciones ha notado desde que usted estudiaba a los jóvenes que ahora
cursan periodismo?
Me
invitan a universidades con bastante frecuencia. La gente dice que tienen menos
interés, pero no, hay gente con interés y otra que no lo tiene. El problema no
está en los estudiantes, está en la propia carrera que es una estupidez.
Estudiar una carrera de periodismo a día de hoy tal y como están confeccionadas
las facultades de periodismo es una pérdida de tiempo. Tú sales de la facultad
y no tienes ni idea de escribir una noticia porque no te han enseñado. Te han
enseñado a lo que puede ser leer un periódico, si es que han llegado a eso.
Pero no te han enseñado a cómo se hace un periódico de principio a fin. Saber
diseñar una página está muy bien pero cuando llegues a un periódico no vas a
tener que diseñar una página, o si lo vas a hacer no va a ser con las
herramientas con las que te han enseñado en la facultad porque hay editores
nuevos. La fractura no está entre estudiantes, está en esa cosa primitiva que
es la universidad española establecida como está establecida. Que es un nido de
corrupciones también.
¿Cómo
vivió sus inicios en el periodismo? ¿fue fácil encontrar un lugar?
Fue muy
fácil. Si dijera lo contrario sería un desagradecido. Empecé a trabajar en el
diario El Mundo, que es en el único sitio en el que he trabajado, en tercero de
carrera como becario y llevo diecisiete años aquí. Era una época distinta:
había ingresos, dinero, se expandían las empresas. Fue sencillo. Había que
trabajar mucho, como ahora. Pero ahora se trabaja el doble y por menos
dinero. Entonces se trabajaba bien y se ganaba muy bien. Yo he echado muchas
horas en este periódico y muy contento de haberlo hecho. Ha habido veces que he
estado veinte horas aquí metido, he salido a las seis de la mañana, pero éramos
jóvenes y éramos felices. Éramos muy pobres pero muy felices como decía
Hemingway.
¿Cuál
es el lugar habitual desde dónde escribe su columna o desde dónde se inspira?
En un
despacho que es en el que Custodio Pastor hace los encuentros digitales del
periódico. Han ampliado su despacho, han quitado uno pequeñito que había que
era territorio de nadie, yo lo llamaba aula de alto rendimiento, porque me
encerraba ahí y escribía las columnas. Ahora las escribiré en un despacho que
le han puesto a Custodio en el que me han reservado una mesita. Siempre las
escribo a la misma hora, a la hora de comer. De dos y media a tres menos cuarto
siempre me meto ahí con un sándwich y a las cuatro y media salgo y ya me voy a
mi sitio.
¿Cómo
encuentra el tema perfecto para escribir la columna?
A
veces lo encuentras muy claramente viendo los periódicos y de repente ¡pum! O
has escuchado la radio por la mañana, la televisión. El tema de algún
modo va macerando en tu cabeza. Otras veces vienes a tientas, vienes aquí, que
es una tremenda ansiedad, escribes con los huevos en la garganta porque no
tienes tema. Se hace con bastante miedo, es una responsabilidad. Yo no conozco
a nadie que se haya sentado a escribir la columna así, a la remanguillé, como
si fuera un breve de sección. Te lo piensas, recalculas cada frase. Es un
ejercicio de relojería, son dos mil quinientos caracteres y las palabras tienen
que ajustar porque con una de más o de menos patina todo y haces el ridículo.
Mi madre me llamaría muy enfadada si hiciera eso. Hay que buscar los temas
aunque algunas veces haces el ejercicio del vuelo sin motor.
¿Cuánto
puede tardar normalmente en escribir su columna?
Yo
tardo una hora y media entre que me siento, veo un poco el tema y lanzo la
primera frase a ver cómo cae en el folio. Depende de lo cómodo que me sienta
hablando del asunto, si tengo que calcular mucho dónde tengo que frenar o no
tengo que frenar. Hay temas que son delicados. Hay que pensar que uno escribe
para la gente y no puedes faltar el respeto a ciertas ideas y sabes que hay
gente que puede sentirse ofendida con ciertas ideas tuyas. Temas como la
religión. La política ya da igual porque está en un descrédito tan absoluto que
lo más suave que puedes llamar a un político es corrupto. En otros temas hay
que ser muy cauto, porque uno tiene que saber el medio en el que escribe, los
lectores que tú tienes los heredas del medio en el que escribes y es gente que
merece siempre un respeto.
¿Le
influencia ese público?
Los
lectores que uno tiene son los amigos y gente que te conoce. Generalmente a tus
lectores les pones cara: conocidos, alguien que se te acerca en un bar o en el
metro. Les pones nombres y apellido porque los tienes cerca.
¿Algún
consejo para los actuales estudiantes de periodismo?
Los
consejos no valen de nada. Que a por todas. Es un oficio hermoso, el mejor
oficio del mundo como decía García Márquez. Que está lleno de trampas como
todos los oficios, pero hay que echarle mucho entusiasmo, coraje, arrojo y
muchas ganas. Vosotros seréis, probablemente, los que disfrutéis del
renacimiento del periodismo.
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