La clase política española no deja indiferente a nadie con sus trapicheos y desmanes. Pasa el tiempo y cada día nos levantamos temiendo que nuestros queridos políticos hayan tenido una nueva ocurrencia o se descubra algún despropósito en sus largos historiales. La última insolencia política ha sido protagonizada por Alberto Núñez Feijóo que fue fotografiado con Marcial Dorado, uno de los mayores traficantes de Galicia, que está ahora en prisión por una condena de 14 años debido al narcotráfico.
Nos podríamos detener en
el hecho en sí y criticar (acción innata en la sociedad) la conducta de Feijóo,
pero creo que perderíamos el tiempo. Nos estamos acostumbrando a descoser aún
más los rotos que existen en lo que queda de civismo, los asimilamos. Es
irónico cómo en realidad todo se sabe, cada fraude, cada negocio, pero se va
destapando puntualmente, en oleadas. Pareciera que todos están embarrados y se
van ajustando las cuentas los unos a los otros hundiéndose poco a poco entre
ellos mismos.
No me preocupan ya los
hechos como tales, me inquieta la forma que toman esos “acontecimientos” en
nuestra vida diaria. Las fotografías de Núñez Feijóo en cuestión ya estaban en
manos de la prensa en octubre de 2011, en el inicio del “caso Blanco”. Pero el
periódico gallego que las tenía no llegó a publicarlas. El diario El País las
publicó el domingo pasado, aunque tenía las fotos desde mayo de 2012 ¿Por qué
se publican ahora? Para más inri, el periódico El Mundo ha acusado a El País de
“manipulación política y amarillismo” por la publicación de estas fotografías. Nos
detenemos en discutir la fecha de publicación de las imágenes cuando todo se
sabe. El presidente de la Junta de Galicia no quedó ligado al “caso
Bárcenas”, como tampoco salpicó a Gallardón. Ahora sólo queda éste último. Y
¿qué queda de la mujer del César?
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