sábado, 20 de abril de 2013

Mejor esperar dormido


Será mejor que no se queje el mar,
eludir la pasividad en un bostezo,
en un enemigo sin causa,
un amigo,
compañero sin más,
en las personas que nos rodean,
 que se abastecen de nuestro desencuentro,
de encontrarse a ellos mismos.


El aire ya no es el mismo,
lo aspiraron y dejaron su ausencia,
se destiñe a cada momento.
El aire y ese viento,
la brisa del despecho.
Ya no son los mismos:
los ruidos obscenos,
los mudos, otros.


No se puede hablar sin decir,
estirar las palabras,
medir los puntos y las comas
en eternos milímetros tediosos.
No se puede.
Pero ellos,
¿por qué se dejaron silenciar?
Quizá estuvieron siempre callados.


Trepar  por los momentos de espera,
sus misterios eran conjeturas impasibles.
He sabido cómo se gestaban las costuras,
dónde se derriba aquello otro
y cuándo lo demás es imposible.
Conmigo en el sigilo
fragmentado.
Yo no quería estar en el punto de partida.


Desde la distorsión de `a veces´ punzantes.
Tú que estás y no eres,
que ferozmente te posas en mí
y aleteas buscando perderte.
El horizonte se parte,
resquebraja su descenso en miradas,
en la pérdida de la ingenuidad.
Mejor esperar dormido.

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