jueves, 18 de abril de 2013

Lo que sienten los unicornios



He sido sombra traslúcida
y reflejo constante.
Silueta invisible,
alma delirante.
Un constante cambio de estación.


He escondido aquello de lo que,
constantemente y sin tregua,
te quejas sin permiso.
Niebla en las madrugadas,
en tu piel, en mi piel, en la ausencia de caricias.


He observado cómo caía el cielo,
el descenso más veloz
de tus párpados en febrero.
Sin hacer ruido,
sin pedir prestado.


He escuchado los placeres asustados,
de tus labios,
de los de ella,
de los de él.
Los he silenciado.


He subido el nivel de mar en vasos vacíos,
prometiendo,
perdonándome y justificándote.
Casi sin darme cuenta,
acaso tú sabiendo demasiado.


He acostado tus tinieblas
y he despertado las mías.
He roto los pedazos que ya no existían.
He mirado
y he cerrado los ojos para no ver.


He recorrido las calles
cuando lloraban por las pisadas de tanta gente.
He caminado deprisa
cuando ellas estaban tristes,
cuando nadie las acariciaba.


He sentido lo mismo que sienten los unicornios,
el surrealismo mitológico,
la ironía de hacer y deshacer,
la esperanza, el miedo,
la impaciencia y la desilusión.


He hecho tanto daño
que se aburren las cicatrices por la monotonía.
Me ha dolido tanto lo que me han hecho que,
mientras evalúo los daños,
de mi boca surgen carcajadas por las recompensas.
  


1 comentario: