Aquellas
tertulias de los cafés que reunían a muchos de los grandes escritores y poetas se
van deshaciendo poco a poco. Se recuerdan, por ejemplo, las tertulias del Café Gijón: a la izquierda, entre las
dos últimas ventanas, Eladio Cabañero y
Buero Vallejo eran algunos de los
que se sentaban a la hora del café. El otro extremo del Gijón, dicen, era
ocupado por pintores. La noche en la que
llegué al Café Gijón, obra de Francisco
Umbral, resume con ironía y delicadeza muchos de los momentos allí vividos.
Al igual que en este lugar emblemático de Madrid, la capilla Sixtina de Málaga,
como denomina Manuel Alcántara a la
bodega El Pimpi, también se va
disolviendo.
Escuchar
un poema de la voz de Raúl del Pozo transforma
esta realidad en un sentimiento de nostalgia. El dueño de El ruido de la calle entra al Gijón y se sienta, normalmente, en la
mesa que se encuentra a la derecha, al lado de la primera ventana. Recuerda
momentos y anécdotas. Raúl, pidiendo un trato de tú que facilita siempre las
cosas, hace memoria y sonríe. Esboza una media sonrisa, sólo media. Con una
impecable blancura en su cabellera, pestañas cobrizas y un antes y un después
confuso en las cejas, mantiene en todo
momento la serenidad en la mirada. De forma también sosegada, siempre tiene
algunas palabras para admirar a Jesús
Nieto.
Los recuerdos van de la mano de la certeza de saber que
los momentos que relata Raúl no volverán. Aún quedan rastros de aquellas
tertulias, pero no se hace nada para que sobrevivan, para que surjan de nuevo.
Multitud de personas llenan ahora esos lugares que recogieron lo mejor de la
literatura. Trajeados e inconscientes rodean las mesas como si el decorado
formara parte de un museo que es obligado ver. O, peor aún, confunden esos
cafés con ciertas terrazas que pudieran estar en el muelle uno u otro nuevo
puerto. En El Pimpi, por ejemplo, la historia ha hecho que ahora en gran parte
sirva para que adolescentes comiencen con las mejillas acaloradas sus ritos de
los jueves. Al final, todo quedará igual que en la memoria de Nelson Mandela.
Columna publicada el 14 de febrero de 2013 en La Opinión de Málaga
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