Sucede que a veces lo que nadie ve es lo que todo el
mundo mira. Es como oír y escuchar, pura inercia. Mirar es algo que no podemos
evitar; pupilas incandescentes siempre desesperando la ingenuidad. Parpadeos,
guiños y lágrimas. Pero ver… ver es un síntoma del encasillamiento moral. Se ve
lo que se desea (o lo que no), se distingue sólo lo que culturalmente está
asociado a nuestros cercados prejuicios y/o pretensiones. Mirar es
involuntario, casi siempre; ver es lo que usted está haciendo justo ahora, en
teoría.
“Nuestra vida es una incertidumbre. Un ciego
revolotea en el vacío en busca de un mundo mejor cuya existencia sólo
suponemos”, decía Virginia Woolf. Esta gran figura del modernismo literario
tenía mucha razón. Todo se deduce a partir de las 300 páginas (casi siempre)
que, apoyadas sobre su figura, nos ven desde la estantería. No nos miran, no
conscientemente. El libro, tardío en su ruptura con la sobriedad, nos desafía.
Nosotros lo miramos, no lo vemos, quizá denostando las rozaduras que, hace
algún tiempo, se derramaron como tinta ensangrentada entre sus retazos. Por
supuesto, retazos con el olor tradicional, sin ornamentos Paper Passion.
José Saramago aprehendió a ver
ensayando sobre la ceguera, aunque ya destacaba por diseñar cumplidos desde el
Nobel de Literatura de 1998, o no. El resto, generalizando en un desatino de
ecuanimidad detonante, aprendemos (sin haches ni mudas) exclusivamente a fuerza
de miopías con monturas Marc Jacob o Roberto Caballi. Sí, con descuento. Y sin
dar nombres, como Saramago hacía porque son obvios, rellenamos las costuras de
las retinas fugaces con disputas de (im)pulsos nerviosos. Las páginas que se
mecían en aquella estantería se desploman poco a poco sin hacer ruido. Ya no
ven, miran desde el suelo hacia un cielo-techo hipocondríaco. Tras un descenso
imperturbable se esparcen por el suelo y tiemblan. ¿Ahora si las ve? Se atisban
desde un ángulo cuadriculado pidiendo recompensas, propinas, rescates…
Columna publicada en La Opinión de Málaga el 31 de enero de 2012
La vida agitada me aleja de lo que más amo...pero logro huir en momentos para visitarte y poder empaparme de lo que tu espacio me regala: energías, sabidurias, sentimientos y reflexión..Siempre es apacible visitarte.
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