Los santos siempre me produjeron algo de grima, no
es por una razón en especial, o sí. Eso de estar libre de culpa es cuanto menos
misterioso. Y el santo que hace que hoy se incremente la compra de elementos cursis,
dicho tal vez con la boca pequeña, no es para menos. Es como el día en el que
un ordenador publicó a los sesenta segundos del final del partido de fútbol
americano entre los Badgers de Wisconsin y los Rebels de la Universidad de
Nevada una crónica. ¡Un ordenador! Sabes que ya nada será lo mismo. No sé si
les pasa lo mismo en este día. Ya no se sabe si las cosas se hacen por
compromiso o por falta de él.
He de dar alguna explicación
para apoyar el sinsentido que para mí refleja cada fecha señalada y, quizá, sea
tan ilógico que no llegue a aclararlo con palabras ni con inverosímiles
rencillas. Los argumentos son, en algunos casos, muy volátiles. (Que canten en
tu interior los niños como en el final de Los
fantasmas de Goya no tiene nada de malo en este momento.) Acaso todo se
puede solucionar con el ethos, pero
sin llegar a escudriñar en la moralidad perversa. Que el remedio para todo esto
sea destacarlo desde el punto de vista del prestigio y la reputación, pero eso ya es
tan inalcanzable... Probablemente, lo más sencillo sería defender mi agnosticismo
a base del pathos. Sería algo así como defender tus ideas fisgando en los
sentimientos de quién no piensa como tú o, aunque piense igual, no lo muestra.
Una partida de ajedrez entre la demagogia y la ineptitud. Muchas personas lo
intentan, a veces, sin darse cuenta, espero. Algún catalán de El Mundo, el
dueño de `una idea, un párrafo´, el autor de Dos monstruos juntos, cierto tango de la guardia vieja… No me gusta
dar nombres.
Aristóteles se deshace. Y no
digo que lo haya destrozado yo en este caos o los que intentan la jugada
perfecta. Lo disolvieron entre tilas e infusiones perniciosas, entre Paulo
Cohelo, Erich Fromm y compañía. Ya no quedan argumentos ni justificaciones
razonables, sólo hay florituras. Por eso hay que asumir que días así van a
repetirse hasta la saciedad y, al menos, si participan de ellos, háganlo
bien.
Columna publicada en La Opinión de Málaga el 14 de febrero de 2013
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