El tribunal de la Asociación Europea
de Libre Comercio (AELC) se posicionó hace dos días a favor de Islandia. Este
país no tendrá que compensar a los clientes extranjeros de sus bancos. La
justificación que avala la decisión de la AELC se centra en que Islandia se
encuentra en una crisis sistémica de gran magnitud. Así, sin más, la nación
nórdica no tiene por qué estar obligada a cubrir las pérdidas de clientes de
depósitos británicos y holandeses. Con esta resolución, la Comisión Europea
aumenta sus rozaduras e Islandia obtiene una trascendente victoria moral.
En momentos así, cabe
pensar en las posibilidades que pudo tener España. Quizá, si hubiera adoptado
una posición como la de Islandia que con un gobierno que, tras el colapso del
93% de su sector financiero, protegió los depósitos de sus ciudadanos… Bucear
por un pasado que no ocurrió no cambia nada. Pero, ahora que los inspectores de
la troika pasean por Madrid verificando que los españoles cumplimos con
nuestras “obligaciones”, es preciso reflexionar sobre las decisiones que se
toman en un país que sobrevalora la soberanía intervenida.
En situaciones límite de
quiebra del sistema financiero las consecuencias disminuirían sobre los Estados
si estos no devuelven el dinero de sus ahorradores extranjeros. Tal vez,
deberíamos dejar de preocuparnos por lo que piensan los demás sobre nosotros y
centrarnos más en lo que pensamos nosotros mismos. Ser más egoístas en la era
del individualismo (globalizado) no es difícil. El modelo de la banca
transfronteriza no tiene por qué ser el único o el mejor. Nacionalizar lo que
pudo ser una victoria moral también para España acota entre interrogaciones la
derrota que mantenemos en la actualidad. El dinero público no tiene que estar
obligado a salvar bancos privados.
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