No siempre hay un principio y un final para todo, al
menos que se pueda definir con precisión y claridad. La historia de la historia,
redundancia inherente, se basa en suposiciones y acontecimientos que oscilan
según el punto de vista desde el que se analicen. El principio, sobre todo, es
muy inseguro. La importancia radica en que para entender lo que pasa justo
ahora hay que remontarse algunos años atrás, algunos o muchos.
El comienzo es un dilema entre explicaciones
míticas y científicas. Los sucesos se tambaleaban entre ciertas fechas
inestables y un poco de imaginación. Pasaban los días, si la concepción del
tiempo actual nos permite hacer esa afirmación, entre hechos que no se
consideraban trascendentes. Alguien, un buen día, se preocupó por dejar
constancia de lo que sucedía, puede ser que así empezara todo. Nos situamos en
las Guerras Médicas. Los versos que reflejaban aquellos momentos, dado que era
más fácil recordar así lo que se contaba, dieron paso a la prosa de la mano de
Heródoto. Suponiendo cierta la incertidumbre de aquellos tiempos.
Así,
la historia se consolida como una forma de indagar, rechazando figuras tales
como Homero por el hecho de que inventar alterando lo que sucedía al vaivén de
la creatividad de la mente no es hacer historia. El tiempo nos juega una mala
pasada a la hora de relatar lo que ocurría, pues no se percibía como ahora lo
hacemos a través de las agujas de un reloj. La concepción de este cambió con la
llegada de la Revolución Industrial, la verdadera clave de esta revolución no
fue la máquina de vapor, fue el reloj.
Hoy
en día vivimos pendientes de las horas, de los minutos, anclados en un
calendario que secuencia todos nuestros movimientos. Un calendario gregoriano
modula nuestros movimientos, adoptado tras pasar del lunar, el solar y el
juliano. También del republicano, creo que no hace falta explicar por qué
pasamos de este último.
Las cosmogonías se utilizaban por la necesidad
de saber los orígenes, para ubicar los recuerdos en el pasado. Los personajes
eran míticos (el dios Ra o Jesucristo, por ejemplo). En una adaptación de ese
pasado a la actualidad, Rajoy, nuestro presidente del gobierno, cumpliría el
papel de una reencarnación de la figura central del cristianismo.
Aún
existen pueblos sin historia, también los hay que la utilizan para todo:
libros, películas… La serie “Isabel” condensa algunos de los intentos por
revocar nuestra historia. Quizá no los concentra como debería, me remito a los
fallos, por decirlo de algún modo, que la serie contiene en lo que se refiere a
la manera de copiar esa historia.
La forma de relatar la historia depende de la
época entre otros muchos factores. Desde la Edad Media con unos temas y
formatos impuestos, pasando por la Ilustración llena de ensayos y concepciones
antropológicas, hasta la Edad Contemporánea caracterizada por una amalgama de
formas y argumentos muy discutibles.
La
Historia no comienza con la escritura. No si nos detenemos a reflexionar tan
solo un instante. La forma no marca una época u otra. Dentro de la Historia en
general encontramos la historia de la comunicación, y dentro de esta a su vez a
la historia del periodismo. Claro que quizá desde finales del siglo XIX la
comunicación se constituye como una nueva historia.
Me ha encantado amiga
ResponderEliminarUn abrazo