En diciembre las tardes se cubren de reverencias.
Fruncir el ceño no tiene cabida con los prometedores pinzamientos de comisuras
antes inexistentes. Se abre paso un fulgor de estupefacientes con banda sonora.
Tal vez nos podríamos apropiar de la BSO de la película A single man, Danny Elfman no estima en indecisiones
a la hora de poner música a las películas, a nuestras películas. Lo recordarán más
por el tema de Los Simpson. También Yann
Tiersen o John Barry resumirían con suficiente acercamiento a la realidad
nuestra agenda condicionada en una docena de pentagramas.
Esa
película, A single man, recogida de entre las dotes novelísticas de Christopher
Isherwood, fue dirigida en su momento por Tom Ford. Ford, que solo ha dirigido
esa película, sigue ahora en su línea habitual, la moda, vistiendo a Los miserables. Son de esas películas que necesitas ver, una
codicia cinematográfica, por el reparto de actores quizá, destacando a Helena
Bonham Carter por particulares ansiolíticos burtonianos, el resto ya lo hacen
por sí solos.
En medio de escuálidas gritonas y
vocablos inútiles, también nos podemos escapar de los villancicos con las
aportaciones de Howard Shore en El Hobbit, película bastante comentada,
con una fama (para bien o para mal) más que afianzada. El día del fin del mundo,
mañana, podremos asistir al estreno de El
cuerpo. Escapar es la cuestión. Dejar atrás la típica programación de
televisión entonando entre clavijas un mea culpa, esa amalgama de siestas
ofuscadas. En el fondo, la navidad sigue siendo la misma, excepto por ciertos
desvaríos utilitarios y estridentes cuchicheos estrafalarios.
Ya hay excusa para el día de navidad, cuando
se estrena Los Miserables en España.
El pretexto perfecto para diluir falta de escrúpulos, gafas de pasta y
perillas. Huir de la ingenuidad de los entes religiosos y de enjutos e
inquietos proverbios. Escapar del ruido obsceno, de las excentricidades y los camisones
holgados. “De los ritos de la fiesta o los estuches transparentes”, como decía
Vázquez Montalbán.
Columna publicada en la edición impresa de La Opinión de Málaga el 20 de diciembre de 2012
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