España huele a
ausencia, desprende vacío como en un desayuno matinal. El país del colirio en
los ojos desgarra la crudeza del olor a navidad, la rompe, igual que rompe al
otoño en pedazos. Resquebraja al Premio Nobel de literatura y grita.
En pocos días, imaginando que ese olor a ausencia no existe, se hallarán
minifaldas en las discotecas, tacones y vodka. Se hallarán pestañas postizas,
lentejuelas y pesquisas. Se vigilarán, desde la más sublime concepción de la
realidad, las corbatas y los chaqués, el barniz y el terciopelo. Nos
encontrarán perdidos en un baño de perfumes comerciales, en una cubierta de
marcas de renombre. Y, ¿qué vamos a hacer? La navidad es así, la época de las
capas de fragancias que intentan ocultar el hedor, la hicimos así.
En pocos días, como cada año, para variar, cuando el champagne caduque
entre los entresijos de la resaca, se evaporará el aroma que invertimos en
un `chapa y pintura´. Después de las uvas, las trece, de los brindis
de promesas. Cuando el sol aparezca, quedará el tendencioso IVA con despojos de
cultura, las chaquetas aisladas, las miradas perdidas. Quedarán los
restos de marisco subvencionado, los vasos rotos. Nos encontrarán con los
tacones en la mano y las medias descosidas, sentados en cualquier portal que
Málaga aún sostenga. Las nauseas nos hicieron así.
La tensión en las paredes de las gotas de agua bosqueja un reclinar sobre
el sofá. Mantas patidifusas por el calor artificial presumen de contener el
aliento. David Summers y su Diciembre… No hay nada como aceptar la debilidad de nuestras
estructuras viscerales. Concluir con la aceptación de los actos de Calígula;
sus deseos y locuras, sus desmanes y retórica fetichista. Albert Camus lo
advertía. Endebles clavijas de la resolución estimada. Desde el olor que se
atisba a partir de ese imperioso hedor se contemplan las garras. Afiladas y
desdeñables. Las manos ocultas debajo de unos guantes entre jazmines se hacen
inconcebibles, se me hacen inconcebibles. Intento, yo, con una fobia
proporcional a ese atisbo, asimilar y encauzar el olor. Pero fluyen los deseos,
se derraman las locuras.
Columna publicada en la edición impresa de La Opinión de Málaga el 13 de diciembre de 2012
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