domingo, 30 de diciembre de 2012

Con denominación de origen


Inmersa en las canciones de Marea me encuentro ante mi origen, sinónimo de aceituneros altivos. “Dale alas y volará, al pueblo de Andalucía, dale alas y volará, que es un ave malherida que busca la libertad que le han negao toa la vida”, grita Kutxi Romero. Sí, con ese acento, para qué negarlo.

            Nací en Jaén, sigo naciendo allí cada día. En un pueblo, pequeño, qué más da. Rodeada de olivos y palabras sin terminar. Es así, y punto. No concibo una razón justificada para negarlo. No logro comprender, por más que lo intento, a esas personas que se avergüenzan de su procedencia, que se hacen pijos por fuera solo con ascender unos kilómetros.  

             La gente tiene predisposición  a renegar de sus raíces cuando se rodea de otro ambiente que cree que es mejor que el suyo. No toda la gente, por supuesto. La opinión pública  ejerce muchas veces esa presión. La tendencia de la multitud es afianzarse en su camino determinando su contexto social, allí empiezan a formarse grupos con los mismos intereses, la opinión pública agregada comienza a condicionar desde dentro, desde un simple acento andaluz.

             El acento en general y el acento andaluz en particular siempre han traído polémica. Recordará cuando Juan Soler, político del PP madrileño criticaba el acento andaluz de Trinidad Jiménez (PSOE) en su blog personal. Al igual que cuando Montserrat Nebrera (PP) hablaba de Magdalena Álvarez (PSOE). Los temas de la esfera priva pasan a la esfera pública.

José Ignacio Wert, actual ministro de educación, cultura y deporte, se ha planteado estos días erradicar el acento andaluz. “Destrozan el plural comiéndose las eses y dan una imagen poco seria del español”, dijo el ministro. Por su parte, Artur Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña se mofó estos días del acento andaluz y gallego para defender la imposición del catalán. Como se puede comprobar, no existe una democracia deliberativa, dónde se complemente la noción de democracia representativa con una participación ciudadana en las decisiones. Wert no cedería.

            Mucha gente ha expresado su opinión acerca de los `acentos´ desde hace bastante tiempo. Los políticos también lo utilizan en sus ruedas de prensa y sus comentarios pero, esos últimos y muchos otros, pareciera que se desvían de una cuestión de orígenes a otra de intereses, como puede ser la independencia de Cataluña en el caso de Wert y Mas.
             
            El salto de este tema a la esfera pública se ha dado sobre todo a través de las redes sociales, la ciberdemocracia (esfera pública virtual) lo hace relevante. Hay que plantearse que es difícil alcanzar un consenso de la opinión pública acerca de un asunto, como es este por ejemplo, algo que se le podría criticar a Habermas (filósofo y sociólogo alemán), pero no se me hace factible ahondar en una cuestión por beneficios ajenos a esta, como parece que sucede.
           
            Manuel Alvar, catedrático, criticaba hace unos años el andaluz utilizado en los medios de comunicación, específicamente el que usaban los presentadores y locutores. No estoy de acuerdo con esta opinión, me sumo a la de Luis Carlos Díaz Salgado, que en 1999 publicaba un artículo en contra de la opinión de Alvar: “Manuel Alvar se equivoca”. En resumen, se puede decir que el artículo explicaba la necedad de suprimir un acento y que destacaba a los propios andaluces como culpables de sacar a debate público este tema porque muchos se avergüenzan de su forma de hablar.

            Los medios son los que engendran ese debate, con fines un tanto cuestionables. Construyen la realidad otorgándole a los diversos acontecimientos una u otra relevancia, dependiendo de una agenda que se podría destilar en economía y política a secas.

Viendo distintas encuestas  con respecto a los acentos se observa que todo es muy difuso, me refiero con esto a que la gente no contesta lo que realmente piensa y las conclusiones que se deducen de los sondeos pueden estar equivocadas. En una encuesta online el resultado era que el 44,55% de las personas que había contestado pensaba que el acento andaluz enriquece el lenguaje y el 55,45% que empobrece el castellano… No se puede reducir el público a un agente reactivo que solo se expresa en las encuestas, como se deriva de las deducciones de Zaller (los números crean mayorías falsas) y Gamson.

Los medios españoles se hacen eco de lo denostado que está el acento andaluz entre la opinión pública. Si echamos un vistazo al libro de estilo de Canal Sur (la televisión autonómica de Andalucía), vemos que este considera vulgares la mayoría de los rasgos dialectales del andaluz. Si la propia televisión autonómica no defiende las características de la población a la que pertenece, poco se puede esperar del resto.

 La agenda mediática trata este tema pero, quizá, no de la forma adecuada. Destaca los aspectos negativos e incluso adjudica características al andaluz que este no tiene. Es cierto que hay algunas formas de andaluz `cerrado´ que pueden presentar dificultades de comprensión para quienes pertenecen a ámbitos geográficos o socioculturales distintos. Hay que diferenciar muy bien a una persona que habla andaluz y una persona que habla mal, que no son sinónimos. Hace algunos años fue necesaria una campaña con el lema `habla bien, habla andaluz´, para reivindicar esta variedad lingüística andaluza.

Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, con aquella voz de Miguel Hernández en su literatura del litoral, sin costa. Con la autocensura existente de deber seguir la corriente y no querer, no necesitarlo. Buscamos la aprobación social como decía Kuram, hay que aceptar todo el mundo miente en público. Quizá, con una marginación institucional por aceptar unas raíces y cultivarlas. Tener algo propio, el acento como hablábamos, y que el interés (no sé de qué) nos lo quiera expropiar.

            El autor Tomás Gutier publicó en 2010 el libro `La lengua andaluza: apuntes para su gramática y diccionario´. Libros como este sirven para profundizar en los orígenes de un dialecto que tiene derecho a existir y no desmerece de ninguna forma al castellano. Fuera del sensacionalismo que le otorgan a este tema comentaristas y opinadores de turno.

            A grandes rasgos, podía parecer que estamos ante una especie de espiral del silencio. Estimando que la opinión pública puede ser una forma de control social con respecto a las personas que intentan olvidarse de su pasado rural (acento incluido) y urbanizarse de forma que así parezca que son uno más. La sociedad tiene miedo al aislamiento, no queremos ser una minoría y, cuando la opinión mayoritaria, en este caso con respecto a la degradación del castellano debido al acento andaluz, prefieren no transmitir su verdadera opinión al respecto. Los medios, como dijimos, contribuyen mucho a definir ese clima que caracteriza esa opinión mayoritaria. Se puede concluir aceptando que lo que comúnmente se denomina como opinión pública en realidad se llama opinión dominante.

            También podemos observar en este ensayo algunos retazos de la teoría de usos y gratificaciones que se consolido en los 60 gracias a las aportaciones de Elihu Katz, Jay G. Blumler y Michael Gurevitch. Atendiendo a los intereses particulares, cada persona selecciona unos intereses a los que quiere responder para satisfacer sus necesidades. En relación, una locutora con acento andaluz se vería atraída por aquellas opiniones que desmerezcan su acento. Se plantearía, como hemos hablado, intentar borrarlo a favor de hablar un castellano que la `gente´ considere más propicio para su profesión. El estímulo de los medios hablando sobre el tema del acento andaluz sería interpretado por la periodista como un hándicap en su carrera profesional. Lo atendería para: integrarse a nivel social y personal.

             El HuffPost y muchos otros medios más han publicado en los últimos días que el papa Benedicto XVI dice que los Reyes Magos procedían de Andalucía. Ahora cambia las tornas y estamos orgullosos de nuestra tierra por la `fe´. Titulamos con un `los Reyes Magos tienen acento andaluz.

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