Inmersa
en las canciones de Marea me encuentro ante mi origen, sinónimo de aceituneros
altivos. “Dale alas y volará, al pueblo de Andalucía, dale alas y volará, que
es un ave malherida que busca la libertad que le han negao toa la vida”, grita
Kutxi Romero. Sí, con ese acento, para qué negarlo.
Nací en Jaén, sigo naciendo allí
cada día. En un pueblo, pequeño, qué más da. Rodeada de olivos y palabras sin
terminar. Es así, y punto. No concibo una razón justificada para negarlo. No
logro comprender, por más que lo intento, a esas personas que se avergüenzan de
su procedencia, que se hacen pijos por fuera solo con ascender unos kilómetros.
La gente tiene predisposición a renegar de sus raíces cuando se rodea de otro ambiente que cree que es mejor
que el suyo. No toda la gente, por supuesto. La opinión pública ejerce muchas veces esa presión. La tendencia de la multitud es afianzarse en
su camino determinando su contexto social, allí empiezan a formarse grupos con
los mismos intereses, la opinión
pública agregada comienza a condicionar desde dentro, desde un simple
acento andaluz.
El acento en general y el acento andaluz en
particular siempre han traído polémica. Recordará cuando Juan Soler, político
del PP madrileño criticaba el acento andaluz de Trinidad Jiménez (PSOE) en su
blog personal. Al igual que cuando Montserrat Nebrera (PP) hablaba de Magdalena
Álvarez (PSOE). Los temas de la esfera
priva pasan
a la esfera pública.
José
Ignacio Wert, actual ministro de educación, cultura y deporte, se ha planteado
estos días erradicar el acento andaluz. “Destrozan el plural comiéndose las
eses y dan una imagen poco seria del español”, dijo el ministro. Por su parte,
Artur Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña se mofó estos días del
acento andaluz y gallego para defender la imposición del catalán. Como se puede
comprobar, no existe una democracia
deliberativa, dónde se complemente la noción de democracia representativa
con una participación ciudadana en las decisiones. Wert no cedería.
Mucha gente ha expresado su opinión
acerca de los `acentos´ desde hace bastante tiempo. Los políticos también lo
utilizan en sus ruedas de prensa y sus comentarios pero, esos últimos y muchos
otros, pareciera que se desvían de una cuestión de orígenes a otra de
intereses, como puede ser la independencia de Cataluña en el caso de Wert y
Mas.
El salto de este tema a la esfera pública se ha dado sobre todo a
través de las redes sociales, la ciberdemocracia
(esfera pública virtual) lo hace relevante. Hay que plantearse que es difícil
alcanzar un consenso de la opinión
pública acerca de un asunto, como es este por ejemplo, algo que se le
podría criticar a Habermas (filósofo
y sociólogo alemán), pero no se me hace factible ahondar en una cuestión por beneficios
ajenos a esta, como parece que sucede.
Manuel Alvar, catedrático, criticaba
hace unos años el andaluz utilizado en los medios de comunicación,
específicamente el que usaban los presentadores y locutores. No estoy de
acuerdo con esta opinión, me sumo a la de Luis Carlos Díaz Salgado, que en 1999
publicaba un artículo en contra de la opinión de Alvar: “Manuel Alvar se
equivoca”. En resumen, se puede decir que el artículo explicaba la necedad de
suprimir un acento y que destacaba a los propios andaluces como culpables de
sacar a debate público este tema porque muchos se avergüenzan de su forma de
hablar.
Los medios son los que engendran ese
debate, con fines un tanto
cuestionables. Construyen la realidad
otorgándole a los diversos acontecimientos una u otra relevancia, dependiendo
de una agenda que se podría destilar
en economía y política a secas.
Viendo
distintas encuestas con
respecto a los acentos se observa que todo es muy difuso, me refiero con esto a
que la gente no contesta lo que realmente piensa y las conclusiones que se
deducen de los sondeos pueden estar equivocadas. En
una encuesta online el resultado era que el 44,55% de las personas que había
contestado pensaba que el acento andaluz enriquece el lenguaje y el 55,45% que
empobrece el castellano… No se puede reducir el público a un agente reactivo
que solo se expresa en las encuestas, como se deriva de las deducciones de Zaller (los números crean mayorías
falsas) y Gamson.
Los medios españoles se hacen eco de lo denostado que está el
acento andaluz entre la opinión pública.
Si echamos un vistazo al libro de estilo de Canal Sur (la televisión autonómica
de Andalucía), vemos que este considera vulgares la mayoría de los rasgos
dialectales del andaluz. Si la propia televisión autonómica no defiende las
características de la población a la que pertenece, poco se puede esperar del
resto.
La agenda mediática trata este tema pero,
quizá, no de la forma adecuada. Destaca los aspectos negativos e incluso
adjudica características al andaluz que este no tiene. Es cierto que hay algunas
formas de andaluz `cerrado´ que pueden presentar dificultades de comprensión
para quienes pertenecen a ámbitos geográficos o socioculturales distintos. Hay
que diferenciar muy bien a una persona que habla andaluz y una persona que
habla mal, que no son sinónimos. Hace algunos años fue necesaria una campaña
con el lema `habla bien, habla andaluz´, para reivindicar esta variedad lingüística
andaluza.
Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, con aquella voz de
Miguel Hernández en su literatura del litoral, sin costa. Con la autocensura existente de deber seguir la
corriente y no querer, no necesitarlo. Buscamos la aprobación social como decía
Kuram, hay que aceptar todo el mundo
miente en público. Quizá, con una marginación institucional por aceptar
unas raíces y cultivarlas. Tener algo propio, el acento como hablábamos, y que
el interés (no sé de qué) nos lo quiera expropiar.
El autor
Tomás Gutier publicó en 2010 el libro `La lengua andaluza: apuntes para su
gramática y diccionario´. Libros como este sirven para profundizar en los
orígenes de un dialecto que tiene derecho a existir y no desmerece de ninguna
forma al castellano. Fuera del sensacionalismo que le otorgan a este tema
comentaristas y opinadores de turno.
A grandes
rasgos, podía parecer que estamos ante una especie de espiral del silencio. Estimando que la opinión pública puede ser una forma de control social con respecto
a las personas que intentan olvidarse de su pasado rural (acento incluido) y
urbanizarse de forma que así parezca que son uno más. La sociedad tiene miedo
al aislamiento, no queremos ser una minoría y, cuando la opinión mayoritaria, en este caso con respecto a la degradación del
castellano debido al acento andaluz, prefieren no transmitir su verdadera opinión
al respecto. Los medios, como dijimos, contribuyen mucho a definir ese clima
que caracteriza esa opinión mayoritaria. Se puede concluir aceptando que lo que
comúnmente se denomina como opinión pública en realidad se llama opinión dominante.
También
podemos observar en este ensayo algunos retazos de la teoría de usos y gratificaciones que se consolido en los 60 gracias
a las aportaciones de Elihu Katz, Jay G. Blumler y Michael Gurevitch. Atendiendo a los intereses particulares, cada persona
selecciona unos intereses a los que quiere responder para satisfacer sus
necesidades. En relación, una locutora con acento andaluz se vería atraída por
aquellas opiniones que desmerezcan su acento. Se plantearía, como hemos
hablado, intentar borrarlo a favor de hablar un castellano que la `gente´
considere más propicio para su profesión. El estímulo de los medios hablando sobre el tema del acento andaluz sería
interpretado por la periodista como un hándicap en su carrera profesional. Lo
atendería para: integrarse a nivel social y personal.
El HuffPost y muchos otros medios más han
publicado en los últimos días que el papa Benedicto XVI dice que los Reyes
Magos procedían de Andalucía. Ahora cambia las tornas y estamos orgullosos de
nuestra tierra por la `fe´. Titulamos con un `los Reyes Magos tienen acento
andaluz.
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