Devaluar la sintonía de los artistas nos hace
distantes. Revalorizar más y más los milímetros de la pereza y sobrevalorar los
pentagramas de lo que nos confunde. Las medidas nos distraen, será eso. Kilos
de críticas al aire hacen del verdadero aprecio un simple trámite. En los
escaparates está la respuesta, el origen y la desmesurada consecuencia; la
imagen de lo efímero.
El resto, lo que nos queda, se
consume entre bastidores. Alrededor de lo que se podría llamar paraíso y, más
aún, cuando El Bosco reaparece para
darle oxígeno. El paraíso (siempre de izquierda a derecha) en una pared:
blanca, aniñada, juguetona. Mero sustento de la cautela del desenfreno y de la
astucia de la timidez. Una pared, una de tantas, pero no por ello indiferente.
Hablábamos de El Bosco, y es que este muro lleno de contemporaneidad contiene piezas
de aquel pintor holandés. Sí, piezas, trocitos y fragmentos. El jardín de las delicias impregnado con
la esencia de un puzle en las manos de Vik
Muniz, un artista brasileño en Nueva York que cautiva Málaga a porciones de
elegancia y delicadeza. “Extraordinario” diría Fernando Arrabal, quién llevo al teatro este jardín.
Para no escatimar en halagos,
ya se recortan otras muchas cosas, acentuaremos la dulzura que despide el Centro
de Arte Contemporáneo de Málaga. El azúcar justo y necesario, arte a pinceladas
de chocolate. También kétchup y otros sabores. Y no, no se come, al menos con
la boca. La degustación de este menú se disfruta con la mirada. Vik Muniz
adereza así el arte, con imaginación y destreza en fotografías. El artista
austriaco Erwin Wurm también añade
ingredientes a este conjunto de siluetas originales que deleitan a los
comensales. Wurm, el mismo que inspiró a Red Hot Chili Peppers en el vídeo de la canción “Can´t Stop”, ahora
suscita la admiración de aquel que imagina el silencio en su domicilio reducido,
miradas perplejas suscita su interioridad.
En una sociedad en la que los
desastres artificiales muy desnaturalizados superan a los infantilismos que la
clase estratificada puede soportar, el arte se impone como forma de sensatez
eficiente. El verdadero paraíso se esconde entre esos huecos.
Columna publicada en La Opinión de Málaga el jueves 11 de octubre de 2012
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