jueves, 11 de octubre de 2012

El paraíso a pedazos




Devaluar la sintonía de los artistas nos hace distantes. Revalorizar más y más los milímetros de la pereza y sobrevalorar los pentagramas de lo que nos confunde. Las medidas nos distraen, será eso. Kilos de críticas al aire hacen del verdadero aprecio un simple trámite. En los escaparates está la respuesta, el origen y la desmesurada consecuencia; la imagen de lo efímero.

El resto, lo que nos queda, se consume entre bastidores. Alrededor de lo que se podría llamar paraíso y, más aún, cuando El Bosco reaparece para darle oxígeno. El paraíso (siempre de izquierda a derecha) en una pared: blanca, aniñada, juguetona. Mero sustento de la cautela del desenfreno y de la astucia de la timidez. Una pared, una de tantas, pero no por ello indiferente. Hablábamos de El Bosco, y es que este muro lleno de contemporaneidad contiene piezas de aquel pintor holandés. Sí, piezas, trocitos y fragmentos. El jardín de las delicias impregnado con la esencia de un puzle en las manos de Vik Muniz, un artista brasileño en Nueva York que cautiva Málaga a porciones de elegancia y delicadeza. “Extraordinario” diría Fernando Arrabal, quién llevo al teatro este jardín.

Para no escatimar en halagos, ya se recortan otras muchas cosas, acentuaremos la dulzura que despide el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. El azúcar justo y necesario, arte a pinceladas de chocolate. También kétchup y otros sabores. Y no, no se come, al menos con la boca. La degustación de este menú se disfruta con la mirada. Vik Muniz adereza así el arte, con imaginación y destreza en fotografías. El artista austriaco Erwin Wurm también añade ingredientes a este conjunto de siluetas originales que deleitan a los comensales. Wurm, el mismo que inspiró a Red Hot Chili Peppers en el vídeo de la canción “Can´t Stop”, ahora suscita la admiración de aquel que imagina el silencio en su domicilio reducido, miradas perplejas suscita su interioridad.

En una sociedad en la que los desastres artificiales muy desnaturalizados superan a los infantilismos que la clase estratificada puede soportar, el arte se impone como forma de sensatez eficiente. El verdadero paraíso se esconde entre esos huecos.


 Columna publicada en La Opinión de Málaga el jueves 11 de octubre de 2012

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