Con una edad sumisa, como la que se sitúa entre una
niñez alborotada y una adolescencia `peculiar´, cualquier madre suelta la
típica frase para paralizar en seco la imaginación desmesurada de su hijo. Y
una de las más típicas, al menos que recuerde, es `tú ves muchas películas´.
Así, de un plumazo se desviaban las fantasías hacia una realidad más ficticia
aún que la imaginada.
Pero en el momento en el que nos damos cuenta de que
esa forma de utopía es necesaria obligatoria e imprescindible para sobrevivir,
aparece Woody Allen. Un cóctel entre el característico cine americano con la
diferencia más que visible entre la realidad y la ficción que representa, y el
cine europeo (carente de esa diferencia) que irrumpió en su modalidad de creación
cuando estas películas llegaron a Estados Unidos después de la Segunda Guerra
Mundial. Woody: ese híbrido consecuente de prestidigitación en vena.
Antes que Woody fuera Woody, ya se comportaba como
Woody; desde que nació debajo de una montaña rusa sobre tierra firme en el
Bronx. Siempre rechazando que sus películas fueran autobiográficas. Duda que se origina en el
momento en el que no se distingue el personaje de la persona en sí. Chaplin
dejaba de ser un actor cuando salía de la pantalla, cambiaba su estilo, su
forma de `hablar´. Allan Stewart viste, `sonríe´ y camina en una película del
mismo modo que lo hace en su vida diaria. Aunque según dice el director que se
esconde tras unas gafas oscuras “mi vida, en comparación con mis
películas, no es tan divertida ni tan
emocionante”.
Ese señor que supo leer antes de escribir y que se
emocionaba al ver Blancanieves mantiene a todos los cinéfilos pendientes de su
última película A Roma con amor. Algo
así como cuatro historias independientes enlazadas en La ciudad eterna que ha despertado malas críticas entre los
espectadores. Quizá la curiosidad que sobrevuela las mentes entre bastidores es
justo esa, si la película es tan mala como algunos subrayan. Pero como comentaba
el mismo Woody Allen, si a alguien siempre le salen las cosas bien es porque se
censura a sí mismo creando el estilo que el espectador quiere ver. En cambio,
al leer la vida de un verdadero artista se reconocen como tales los fracasos en
su currículum vitae. El cine (sólo) es una escuela para aprender a vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario