Más de mil palabras, vocablos vacíos sobre los que
cabalgamos cual Quijote sin
hidalguía alguna. El altruismo es un tupé de los años 50. Pero una imagen vale
mucho más que eso.
El periodismo en general, dicen, se reinventa. Monotonía
indecisa e imprudente. La crisis vigente, de valores me refiero, traduce el
fotoperiodismo en particular en `fotillos´ de BlackBerry. Acostumbrados desde la
supervivencia en pañales a pedirlo todo prêt-á-porter, aceptamos esa traducción
digna de Google.
El tan nombrado intrusismo es lo de menos, las
legalidades son relativas, y más ahora. Hemos de aceptar que si alguien es
bueno, lo es y punto. Independientemente de la “titulitis”, pues “la
universidad solo brinda armas de corto alcance”, como decía el fotoperiodista
Enrique Meneses.
La cuestión que nos ocupa es la filantropía de
escaparate instaurada, y siempre a favor del sarcasmo rutinario. No importa que
hablemos de fotoperiodismo o de otra forma cualquiera de transmisión de
autenticidad, ya nada es necesario. En el mundo de los saberes superfluos nada
es imprescindible porque todos sabemos de todo. Bueno… Esa es la religión del
siglo XXI. La actitud es magnificar `ceremonias´, ya que es gratis, y la
palabra gratis es mágica.
Esta profesión medida entre balance de `blancos´
efusivos en el encuadre rústico que nos acompaña se puede disfrutar en
festivales como Visa por l´Image. Con el característico fotoperiodismo
internacional de Jean-François Leroy,
su director, en Perpiñán (Francia). Numerosas firmas de mujer se reflejan en la
edición de este año, como Stephanie
Sinclair, la fotógrafa del National Geographic. Igualdad ante la cámara a la
que el director del festival no le dio importancia, pero que supone un gran
avance.
Al margen de eventos como este, jugando al ajedrez,
el reportaje gráfico o fotoperiodismo concentra su presente en un Sit
Suan; considerando no mover ninguna
pieza como única jugada posible. Entre pequeños periodistas creados, cambios en
el modelo de negocio, uso de programas de manipulación de imágenes y demás
agregados dramáticos.
Columna publicada en La Opinión de Málaga el jueves 30 de agosto de 2012
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