Ahora vivo (bueno, vivir es un decir) rodeada de
casas de verano y turistas fatuos. En frente de mí, un pequeño jardín, creo.
Pasean inocentes chiquillos, gritan por la noche concediendo sus horarios a las
minoritarias oportunidades de somnolencia equivocada. Tienen esa risa ingenua
que sólo pueden tener ellos. Puedes pasarte toda la tarde intentando descifrar
cómo hacen para mantener esa mueca, la sonrisa, siempre. Imaginas que cuando
crezcan serán introducidos en esa masa de gente, la sociedad. Ojalá Peter Pan
no fuera un cuento. Que subirán peldaños para bajar escaleras. Los ves ya con
corbatas políticas, con tacones precoces
en el don de caminar, con impuestos, préstamos e hipotecas imperecederas.
Niños con Adidas como primera palabra cuya realidad difiere,
sin ellos ni siquiera darse cuenta, de la de los hijos del Tercer Mundo, como
los de Gaza. Los niños de Gaza tienen una situación “ocupada y bloqueada, dónde
no entra nada”, como alertó la presidenta de la Asociación Al-Quds, Cristina
Ruíz Cortina. Hay que reconocer la dificultad que ha tenido este año la
Asociación para organizar la XI Velada de Música de Gibralfaro en solidaridad
con los Pueblos del Mundo Árabe, celebrada el pasado viernes 6 de julio. Una
tertulia solidaria con dosis de notas musicales, como Marwan, en un espacio
entre pinos y eucaliptos.
Criaturas, las que observo desde mi estudio
domesticado, dirigidas en base a `Bolonias´
por doquier y juegos extensibles. Juegan al fútbol en memoria de las
banderitas de España que les rodean para demostrar que somos españoles, sí,
buenos sólo en el fútbol. El juego por excelencia que no se pierde con la edad,
sino que se intensifica como el buen vino (hablando de alcoholismo).
Quién
fuera un ingenioso hidalgo. Adarga antigua, rocín
flaco y galgo corredor. ¿Quién no querría serlo? Sin domicilio alguno,
sin apellido de castidad. De mediana edad aceptada y con la misma sonrisa de un
niño. Quijotes de vacaciones reciclados siempre en un café con sal. Sin
residencias, por Dios, sin acotar más la poca libertad que nos queda.
Columna publicada en La Opinión de Málaga el jueves 12 de julio de 2012
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