“Ver
para creer” recriminaba algún apóstol, discípulo extraviado. Pero es mentira.
Nos creemos cualquier susurro incipiente, incluso acrecentamos su valor, nos
hacemos cómplices de lo invisible. Magnificamos el ruido exterior sin tan sólo
pararnos a observar por la mirilla. Total, ya sabemos que nos van a asustar.
Esperamos,
la sociedad cosificada (recuerdos de las palabras de la periodista Rosa María
Calaf), cada mañana al despertar que nos sirvan el café con edulcorantes. Que
nos metan el cigarrillo en la boca, que le prendan fuego, que nos prendan fuego.
No nos ponemos ni las gafas. Inclusive, les dejamos que nos dediquen la banda
sonora de la película dirigida por Jaco Van Dormael `Las vidas posibles de
Mr.Nobody´. San Juan también pone su granito de arena.
Igual
que `la superstición de la paloma´, lo único que nos falta de este experimento
es que no tenemos alas. Skinner explicaba cómo una paloma pretende obtener
recompensa sólo cuando activa cierto mecanismo. Mecanismos que son los telones
oficiales de nuestro particular teatro. Actores profesionales que ya podrían
cambiar de escenario sus `democracias´. Quizá nos ayudaría subir a las terrazas.
Algo así como la iniciativa malagueña `Teatro en las azoteas´ de por vida. Pero
no nos dejan levantar los pies del suelo.
La
`Eurotropa´ nos entretiene a la hora de la cena con banderitas españolas en las
mejillas. Nos convalidan un Sálvame 24 horas en el que, como en una película
francesa, la mayoría del tiempo no pasa nada, no nos pasan nada. Un bucle de fiestas
de fin de curso y juegos de mayordomos papales.
La
Prima también se asusta. Tras los nervios de la época de exámenes dejó
completamente la dieta por el chocolate y los frutos secos, puso a prueba el
límite de la báscula. Le gusta correr riesgos. Pero poco a poco se va apuntando
a la operación bikini, ya era hora.
Aún
creemos que nos revelamos conduciendo por la izquierda permanentemente. Y lo
único que hacemos con esto es colapsar el tráfico, más. Al domesticar
prioridades las mascotas se impacientan. WathsApp queda como mal menor.
Columna publicada en La Opinión de Málaga el jueves 28 de junio de 2012
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