jueves, 10 de mayo de 2012

Había una vez…


Había una vez… Precioso comienzo para terminar asustando perdices. Un principio tan comercial como convencional y adverso. Palabrería a precio de ganga.

Así, de ese modo tan monótono en una infancia de uniformes creados, surgen los minúsculos sorbos de vino, vino embotellado por restricciones. Obligaciones y cosidos presentes que necesitan un minuto de silencio, o más, para respirar, suspirar escondida de todo cuanto rodea lo que por defecto es ya fingido.

Había una vez, y creo que no se volverá a repetir. Fue puntual, silenciosa  y mimada en el 
extremo de malcriada con Chupa chups de inocencia. Irreal hasta en los sueños, o pesadillas. Creo que, en realidad, fue una pesadilla. Entre sábanas blancas de amor a primera vista y cojines para apoyar desmayos a causa de fumar ideologías; almohadas con dolor de cabeza y pastillas entre colchones a punto de la depresión. Delirios propios de una musa aficionada a matar la inspiración ajena.

Una vez, una pesadilla, que despertó sudada por un verano imaginario. El rojo de las uñas de los pies se me deshacía por tus rodillas al recoger abrazos desde el miedo. Y la luz, el reflejo de tus ojos con marca de agua, acuchilló la noche.

Pero me conformo con que haya existido esa vez, aunque sólo una. Ya me he resignado a desgastar bostezos al alba. Ya me he acostumbrado a eliminar retóricas en las prácticas matinales para parecer correcta, a imaginar cantautores como presidentes y democracias literarias. Me he acomodado a lo `real´ que no por ello menos ficticio que lo imaginario. He adiestrado, quizá sin éxito, los versos que desprenden mi rímel en tu mirada. Metáforas para subsistir.

Había, y tal vez todavía está sentado en aquel sillón del cine, en el que sólo secuestraba el olor de las palomitas para ralentizar el paso de los fotogramas. Puede, que aún guarde el ticket de teatro o el dolor de los impuestos del tabaco. Que se queje de los sollozos de la habitación de al lado y sonría al besar despacio.  Quizá el calentamiento global descongele los polos de sus labios.






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