viernes, 9 de marzo de 2012

Educación, una pequeña escena de El Show de Truman



Formo parte de un experimento. Peter Weir podría ser el director de mi vida en la que El show the Truman no sería más que una pequeña toma en un plano equivocado. Las maquetas están organizadas de forma desigual a la igualdad simulada que noticieros sin sentido y comentaristas de banquillo se empeñan en demostrar. Hoy es, simplemente, el capítulo que no terminé de leer ayer.

Desde la educación, pilar básico que los entendidos en la materia (distinguidos de los entendidos en habladurías, muy abundantes) señalizan con “peligro por derrumbe”. Los arquitectos lo dan por perdido.

Javier Arenas, presidente del PP en Andalucía,  anticipa reformas educativas. Primero se encargan de reformar (o deformar) el futuro laboral y luego se lanzan al cuello de la educación. Ya no hay que leer el horóscopo ni ver programitas televisivos de predicciones. En esta bola mágica el futuro pende del próximo jueguecito que se le ocurra a los controladores  de El show, el reality show.

Bueno, pues desde ahí, desde la educación todo cambio es condicionante para dividir a una sociedad, la masa, por colores. Desde que Bolonia era un plan, malvado, por supuesto. Que hacía del instituto una progresión del colegio, o de la guardería. Y los grados, que no los que ascienden en forma de mercurio incandescente, sino los que condensan licenciaturas en cuatro años de prolongaciones infantiles. Que mayor show que ver a un tío con barba (por no decir otra cosa) firmar en una lista de asistencia a clase. Obligaciones decían, y tal.

Platón se cabrearía, y con razón. Nos meten en cavernas, alegorías aparte, nos sitúan en sótanos en facultades que presumen de excelencia. Y allí nos encadenan y nos hacen consumir ideologías. Básicamente por el mero hecho de ser uno más en la sociedad, consumista sí por excelencia.

La televisión queda lejos de alcanzar la realidad por mucho que lo intente, somos grandes hermanos, grandes hermandades de devotos inconscientes, de seguidores de modas aunque sean educativas. Por cierto, ahora en las clases de periodismo se estudian las ilusiones ópticas. A ver… Entiendo que son imágenes graciosas, las típicas que te entusiasman con diez años o que se comparten en facebook por aburrimiento, pero… ¡Ah! También he aprendido que los periodistas no tienen porqué saber dividir.

¿No seré yo Truman y esto forma parte de mi Show?


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