sábado, 2 de abril de 2011

Festival de cine de Málaga


Sales a la calle, notas el calorcito de la primavera malagueña en tu piel, paseas tranquilamente… De repente, un aluvión de gritos al aire, la gente se agita, se agolpa y los flases invaden cualquier rastro de luz natural.

Sigues a la multitud y logras camuflarte fácilmente entre ella. Te familiarizas con el ruido mundano y descifras que todos gritan al unísono “Carlitossss”. Pero… ¿quién es Carlitos? Apresuradamente un niño que supera el metro de estatura por escasos centímetros se abalanza corriendo a través de la alfombra roja que conduce su camino hacia el hotel. Los gritos cesan súbitamente, las masas se tranquilizan y empiezan a comentar (por cierto, el niño era actor en la serie de Los Protegidos).

Así, pasa el festival de cine de Málaga, un día tras otro. Gente que pasea decididamente por las calles de la ciudad en busca y captura de un famoso con el que hacerse una foto, que esperan largas colas, que se agolpan en las puertas de los hoteles y teatros. Fans incondicionales de actores, películas, largometrajes…

En los lados opuestos al efecto fan, gente  inmutable ante la presencia de los actores invitados, que caminan por las alfombras colocadas para el evento como si fuera un día normal, gente segura de sí misma que no se deja influir por las masas; una posición a elogiar.


Y, en la otra orilla, personas que saltan la pura indiferencia y el efecto fan y se colocan como masa persiguiendo famosos. Ya no por el hecho de seguir a los actores, sino por seguir a famosos. Por echar fotos a 4 GB /hora, por criticar la ropa o la forma de comportarse de los denominados por las masas “famosillos”, por pedir autógrafos y después preguntar quién era…

De esa forma es la sociedad, tan diferente en un mundo tan globalizado. Con diferentes puntos de vista acerca de un simple evento anual. Posiciones criticables entre sí, pero respetables por educación.

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