“Gracias por la paciencia
que han tenido para recibir a un crucificado”. Diego Rodríguez Vargas,
presidente del Ateneo de Málaga, abre de esta forma tan peculiar la ponencia de
Derechos Humanos y Jurisdicción Universal protagonizada por Baltasar Garzón Real,
Magistrado español asesor del Tribunal Penal Internacional de la Haya.
“El
juez que persigue delincuentes, sentado como uno de ellos”. Exterioriza María
Gámez, Ex-Delegada del Gobierno Andaluz y de Justicias de la Junta de
Andalucía, candidata a la alcaldía de Málaga.
Numerosas
expresiones y halagos preluden la ponencia del Juez Garzón. El público se
agolpa buscando un pequeño hueco entre la multitud para contemplar el rostro
sosegado de quien defiende su honor y su propia imagen, no como puede, sino
como le dejan. Aplausos incesantes que despiertan una leve sonrisa en el
jienense.
El
juez Garzón toma el micro para dar las gracias con un tono de voz bajo pero
seguro, silencioso pero conciso. Va elucidando aspectos de la jurisdicción,
razona sobre la declaración de derechos del 48, saca su perfil más humano al
hablar de las “personas mercantilizadas”, migraciones de África, terrorismo,
feminicidios, explotaciones de alto riesgo en centrales nucleares… “Frente a
esto no hay respuesta, hay normativa pero no hay protección”
“Formamos
parte de una aldea global, se dice. Cuando comenzó la globalización los
poderosos decían que era buena, pero en el tema de la universalización de los
derechos…”. La corrupción política también ocupa una destacada crítica en la
ponencia. “Un fenómeno colectivo en el que algunos no entienden que todo aquel
que está en el espacio público debe ser un espejo para el mismo”
A
partir de este punto de la conferencia el Juez y “Lola”, Dolores Delgado
García, Fiscal de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, se alternan el turno de
palabra. La militante de los Derechos Humanos define a Garzón como el
representante de estos, gracias a lo cual, dice, España ha podido jugar un
papel internacional. “Hay que evitar fotocopias de las atrocidades cometidas. A
los que no pensaban como golpistas, pues querían libertad, se les sometían a
torturas, no para convencerlos de la dictadura, sino para encontrar otros
opositores”, Lola se enorgullece de la impactante y elogiable carrera
profesional de un Juez justo.
Pasamos
por los genocidios del Congo (Leopoldo II “Congo es mi propiedad y, dentro de
ella, mato a los animales que hay”), de Armenia, los años oscuros de Stalin, la
guerra de Corea, Camboya, Bosnia, El Salvador, Ruanda, Afganistán, Irak y un
largo etcétera. Generalmente crímenes masivos que se relacionan con la
explotación de recursos.
“Al
final hemos sido muy malos Lola y yo”. El Juez se dirige a definir el termino
que titula la ponencia sonriendo con ironía al expresar que el concepto
principal es el último que van a explicar. La jurisdicción universal es el
simple hecho de que si un país no puede perseguir los crímenes que se comenten
en su interior, el resto puede intervenir. Es la superación de los intereses
individuales de los estados, es la civilización. Más vale tarde que nunca,
Naciones Unidas todavía no tiene definición para terrorismo.
Después,
un pequeño turno de preguntas contadas a velocidad de la luz que hacen que Lola
se ponga un poco inquieta. “No tengo tiempo para andar demandando por todas las
acusaciones” afirma Garzón con sarcasmo, “No sé si es el cautivo o el liberado
el que tendría que actuar”.
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